Negociación colectiva o la fuerza de la clase trabajadora

Artículo extraído del Periódico CNT de Mayo de 2011.

Una negociación supone un intento de poner condiciones entre dos actores, en el cual la fuerza del uno se trata de imponer sobre el otro. Evidentemente, la parte que tenga más capacidad de establecer sus condiciones será la que salga más beneficiada en un posible acuerdo.

Esas condiciones pueden ser la fuerza, tanto física como armamentística, el número, la habilidad… Como trabajadores y explotados no nos interesa enredarnos en negociaciones interminables que nos hacen estar pendientes de perfeccionar nuestra capacidad de negociación, cuando en realidad son sólo dos cuestiones las que tenemos que preocuparnos de aumentar para salir victoriosos de los enfrentamientos con patronal y capitalistas: el número y la conciencia de los trabajadores en lucha por el cambio social.

No obstante, la idea de la que entiendo que viene el concepto de la negociación colectiva es la del intento de mejorar las condiciones laborales desde la acción colectiva de la clase trabajadora.

La realidad es que lo que hoy se entiende por negociación colectiva, sobre todo desde el lenguaje dominado por el “mercado” y el mundo empresarial y sindical corrupto, es un teatro en el cual son protagonistas los dirigentes de los sindicatos representativos y los representantes de la patronal. Como los sindicatos oficiales no representan a nadie, sino que son un mero servicio de abogados para los afiliados, no tienen ninguna posición de fuerza en las posibles negociaciones que entablan con los patrones, puesto que no hay nadie que tome, secunde o reafirme ninguna de las decisiones que salen del intercambio amistoso de pareceres con el empresariado. Lo único que se juega en este teatro es qué posición privilegiada ocuparán los sindicalistas oficiales en pago de su traición a la clase obrera. Los sindicatos oficiales y los que toman parte en el circo electoral y participativo del Estado están metidos en una espiral que sólo tiene un final: perder totalmente, si es que algo les queda, su condición de organizaciones obreras y convertirse definitivamente en gestores de la miseria que padecemos.

Los convenios colectivos han venido sufriendo la misma transformación que la negociación colectiva. Los acuerdos entre el grupo de trabajadores y las empresas tenían una función en épocas pasadas, sobre todo tras la revolución industrial, de resolución de conflictos existentes entre ambos actores, como en el caso de huelgas, paros… y suponían casi siempre una victoria de los trabajadores (aunque se perdiera la lucha las personas que se unían y organizaban eran muchas). En la actualidad los convenios colectivos son acuerdos que, en principio, establecen las condiciones de trabajo en una empresa o sector, que se perpetúan en el tiempo, como una muestra más de la paz social imperante: es mejor dialogar que luchar. Esto choca evidentemente con la confrontación que supone la existencia de dos clases bien diferenciadas: explotados y explotadores, por mucho que se maquillen o disfracen. Además, los que tienen la sartén por el mango en la firma y seguimiento de los convenios son siempre los mismos, ya que de eso se encarga la comisión paritaria, formada a partes iguales por los representantes de los trabajadores y de la patronal.

Parece que el modelo negociador actual no le sirve a la patronal y van a cambiarlo, ya que no existen barreras para ello. La posición de fuerza que está tomando en la actualidad el bando dominante, la podemos observar en las declaraciones que realizan en los medios de comunicación de masas los políticos y empresarios. Decir que hay que bajar los salarios, que hay que flexibilizar la contratación, que hay que abaratar el despido, que tenemos casi cinco millones de parados… son cosas que en otro tiempo no se habrían atrevido a comentar o al menos les costaría algún disgusto. Pero como son los que tienen la sartén por el mango, porque nosotros la hemos soltado, harán lo que quieran. Los cambios que se barajan, ya que no ha finalizado el proceso negociador, son los siguientes. Se pretende que los convenios colectivos de ámbito nacional sean los que prevalezcan ante los convenios regionales o provinciales, con lo cual se cargan las posibilidades de que sindicatos con presencia exclusiva en las Comunidades Autónomas tengan representatividad en las negociaciones. Los convenios no se renovarán automáticamente, sino que serán las comisiones paritarias las que se encarguen de modificar lo que deseen. Se pretende además dotar de una flexibilidad interna a las empresas que, según ellos, sufran procesos de pérdidas de beneficios o reestructuraciones. Estas son sólo algunas de las transformaciones que sufrirá este proceso de negociación colectiva.

Llegados a este punto y sabiendo que la reforma de la negociación colectiva nos la vamos a comer sí o sí, en caso de que no cambien mucho las cosas, ¿cómo nos afectará a las anarcosindicalistas en nuestra lucha? La primera cuestión es clara: si la representación de los convenios pasa a ser a nivel nacional, como organización no tenemos nada que pelear a nivel legal, ya que serán CCOO y UGT los que firmen y transformen los convenios. La otra cuestión importante es la flexibilidad interna, ya que si se legalizan los despidos, será muy complicado recurrir a la justicia para solucionar los problemas laborales, siendo entonces la acción directa la que nos tendrá que servir como arma contra los patrones.

Concluyendo, aunque parezca una locura plantearlo de esta manera, la reforma de la negociación colectiva puede beneficiar al anarcosindicalismo, ya que la única forma de lograr mejoras será que los trabajadores y trabajadoras se hagan fuertes en sus puestos de trabajo y sean capaces de organizarse al margen del sindicalismo oficial para presentar batalla en el intento de cambiar sus condiciones de trabajo. Los y las anarcosindicalistas tendremos que devanarnos los sesos para acercar a nuestras compañeras y compañeros en los tajos la idea de la organización. La legitimidad va a sustituir a la legalidad, cuestión que es vital para el movimiento libertario en general. No necesitamos el reconocimiento de las leyes, sino el apoyo y la concienciación de la clase trabajadora. Las cosas irán poco a poco, pero tendremos que avanzar por esta senda, ya que de lo contrario nos espera la desaparición o la incorporación al sistema, como ha sucedido con el resto de sindicatos.

David, afiliado a CNT Salamanca.