Desde mi ventana

Sangre roja, el corazón a la izquierda e inquieto espíritu. Escucho en una emisora de radio un poema y vuelvo a indignarme. El poeta habla de suspenso general a la casta politiquera (las ideologías, el interés general… nos merecen distinta consideración), de la falta de pudor de nuestros gestores públicos, de la caradura de un gobierno autoritario, de la miserable sociedad que nos están dejando. Y me indigno, no aguanto más a esta panda de chorizos: Bárcenillas, Blesillas, Casquillos, Díazferranes, Mercanodonas, Roucos, Ugeteres, Urdangarines… No soporto a estos ministrillos de consigna y zapatones grandes: Rocío Bañez, Fragardón (¿o es Fachardón?, Teresitofendiazdez, pijitaMatos, Tontoro, Wert… y sus mentores: Rajoy, FMI, BCE, Merkel… La mayoría son (coyunturalmente) peperos, pero tienen émulos en las bandas, reaccionarios de rancia y contaminante caspa, neocarcamales de mercancía nociva…, predicadores y propagandistas mil. ¡Joder que tropa!

Echo la vista atrás y me hago preguntas, muchas siguen sin respuesta. Eso sí, para el viaje de la postransición no hacían falta tantas alforjas: la jefatura del estado, es un dedazo que ofende al más sensato; los sucesivos ejecutivos se han reído de nuestra pasividad; el congreso ha legislado un montón de leyes –muchas con nocturnidad y alevosía- que se las pasan por el forro, sirven intereses inconfesables, o se han olvidado de lo importante; el senado, es una cámara de gorrones piscineros; los partidos en el escaparate tampoco me representan; la justicia, es una suerte de señora bizca con la balanza trucada y las tetas manoseadas…; los poderes en la sombra (banca, cemangones, jerarquía católica, cloacas varias…) ahí siguen, barriendo para el convento… En fín, mi generación, nuestras luchas, tantos anhelos y esperanzas, tirados por el sumidero…

Mientras tanto, mi puñetazo en la mesa… o donde haga mella. Si, estoy harta de vivir en directo los devastadores efectos de la crisis económica, democrática y moral que lleva años degradándonos; de trabajos esclavistas y salarios bangladesies, de pérdida de derechos laborales y sociales; de la cultura del sálvese quien sepa nadar o tenga flotador de clase… Me niego a seguir impasible, mirando hacia otro lado, al dedo que impide contemplar la realidad. Ni me resigno ni me doy por derrotada… No saben la leche que gasto. Me queda sangre (roja) en las venas y tinta (negra) en el bolígrafo. Me agradaría mucho más seguir cultivando margaritas y tocándome los pezones a la sombra de una palmera. Pero, qué broma es esa de invitarme a un pinchito de tortilla cada cuatro años, y que además pago con mis ivas, impuestos… y sisas varias. Que le tomen el pelo a su puta madre, que la mía ya supo lo que había. Todavía hoy, el coco sigue ahí robándonos sueños, libertad y vida. Seguiremos.

Laura Mendiola