Mi cuerpo, mi casa

El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Una fecha a recordar que cuenta con más de un siglo de existencia y que conmemora el fatídico incendio ocurrido en la fábrica de camisas Triangle de Nueva York el 25 de marzo de 1911 donde perecieron 146 personas, la mayoría mujeres inmigrantes que se encerraron para exigir mejoras laborales y un trato digno. Tras más de cien años de lucha por la igualdad de derechos, la situación de las mujeres y niñas en el mundo sigue siendo precaria, desigual y discriminatoria en relación a la educación, salud, derechos laborales, humanos y de oportunidades.

Un informe reciente elaborado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) afirma la creciente desigualdad y discriminación en 176 países. En 1995 en la Conferencia de Beijin los gobiernos, sociedad civil y comunidad internacional reconocieron que la pobreza estaba vinculada en su mayoría al género. Por esa razón se comprometieron para la reorientación de políticas y medidas legislativas que erradicasen la pobreza, violencia y desigualdades sobre todo en las zonas rurales. Pero el retroceso en las últimas dos décadas en materia de derechos humanos es alarmante.
La “feminización de la pobreza” es un hecho innegable cuando la mayoría de los 1500 millones de personas que viven con menos de un dólar al día son mujeres.

Esta regresión no solo afecta a países en vías de desarrollo, o zonas en guerra latente sino también a países democráticos como el Estado Español. La reciente reforma de la ley del aborto y los recortes en partidas para la igualdad pone en tela de juicio los derechos más básicos de las mujeres en su capacidad de decidir libremente sobre su propio cuerpo. Sin duda estos recortes tienen un doble fondo, por un lado la iglesia católica aliada al islam ejerce presión en los estados para que la mujer continúe con el papel asignado en su rol maternal-doméstico. Por otro, este modelo tradicional de mujer, que recuerda a los ideales de la Sección Femenina creada durante la dictadura, se opone frontalmente a la situación actual de la mujer y los derechos alcanzados.

Las mujeres queremos decidir y ser libres definitivamente de modelos patriarcales que tanto daño nos han hecho a lo largo de la historia. Algunas serán madres, y otras no porque así lo quieren. Algunas se casarán, y otras preferirán formar otro modelo de familia. Queremos las mismas oportunidades y participación en la vida política y económica. Necesitamos políticas que ayuden a conciliar la maternidad (quien la elija) con la vida laboral, erradicar la discriminación en la desigualdad salarial, invertir en sanidad y educación, luchar por la mejora de los derechos reproductivos y sexuales, perseguir las mafias de trata de mujeres obligadas a prostituirse. En
definitiva, avanzar en la creación de una sociedad libre donde la integridad de la mujer no se vea amenazada por la violencia verbal o física machista y el control del Estado de nuestros cuerpos.

La lista es larga y si no nos concienciamos y organizamos pronto, sobre todo en este momento de crisis, la vuelta al pasado será una realidad. Unamos esfuerzos y luchemos por una sociedad más justa y libre.