Ahaztuak y Askapena organizaron el domingo una jornada de actos en honor a los fusilados del golpe de Estado de 1936, con un especial homenaje a la figura de Mercedes Colás, uno de los rostros visibles de las Madres de la Plaza de Mayo, a cuyo padre mataron los requetés en Lodosa. El mensaje del acto fue que todos los pueblos están hermanados en su lucha y que, a día de hoy, sigue siendo necesario reclamar verdad, justicia y reparación para las víctimas.
Aritz INTXUSTA | IRUÑEA (Gara, 2011 octubre 24)
En Argentina se la conoce oficialmente como Mercedes Meroño, aunque también recibe el nombre cariñoso de Porota. Junto con Hebe de Bonafini, es uno de los rostros más populares de las Madres de la Plaza de Mayo. Sin embargo, su apellido original es Colás, su padre se llamaba José María y era vecino de Lodosa. La historia ha sido cruel con Porota, pues el fascismo le golpeó en Erribera y en Argentina. Ayer se le rindió homenaje en su pueblo, en un acto organizado por Ahaztuak y Askapena, en el que también se llevaron flores al Parque de la Memoria de Sartaguda.
«El ejemplo más claro de la hermandad de los represaliados en Nafarroa es el de Mercedes Colás Irisarri», explica Martxelo Álvarez, de Ahaztuak. Colás nació en 1925 en Argentina. Su padre empezó a tener contactos allá con los anarquistas italianos, por lo que cuando llegó el golpe de Estado del año 30, decidieron regresar a Lodosa. Ya en su pueblo, José María Colás se convertiría en uno de los referentes de la CNT. Después de que Mola se alzara en Iruñea de la mano de los carlistas, Colás estaba prácticamente sentenciado. Le cogieron en Tutera y -como a otros 3.167 navarros- lo mataron. Colás fue fusilado el 3 de agosto de 1936. Era albañil.
Un año después, la viuda y las dos hijas de Colás consiguieron cruzar la frontera por el norte y, de ahí, regresar a Argentina. Pero antes de poder escapar, a Mercedes le hicieron bautizarse y comulgar. Su padrino forzoso fue Aramendia, un mando requeté cuyo nombre conocen bien los que continúan rescatando a gente de las cunetas. Como comentó ella en una entrevista, su madrina fue «una ricachona del pueblo, ya que me trataban como un trofeo». Tenía entonces once años.
De vuelta en América es cuando Mercedes se casó y adoptó, por propia voluntad, el apellido de su marido, Meroño. Tuvieron una hija, que comenzó a militar en formaciones de izquierda. Porota – que no pudo estar ayer presente en su home- naje- cuenta que no sabe exactamente en qué formación luchaba su hija. Cree que en una rama de la izquierda peronista, pero asegura que Alicia no encajaba bien con el peronismo. El hecho es que el 6 de enero de 1978 fue la última vez que la vio. Alicia Meroño es una más de los 30.000 desaparecidos que dejó la dictadura argentina.
Del Parque hasta Lodosa
El homenaje a Porota comenzó poco antes del mediodía, con una ofrenda floral a todos los muertos. Martxelo Aznárez instó a todos a desenterrar lo mucho que queda en las cunetas, y no sólo los huesos, sino también las ideas. Destacaba en el acto un grupo de militantes de la CNT, con enormes banderas negras y rojas. El toque internacionalista quedó a manos del cantautor salvadoreño Txanba, que lleva 18 años como refugiado político en Euskal Herria,y que tocó la «Milonga del fusilado». «Esta canción se canta a todos los que han muerto combatiendo al fascismo», explicó el músico salvadoreño.
Poco después, el homenaje se traslado tres kilómetros, hasta el centro de Lodosa, pueblo natal de Colás. Esta localidad, sin haberse convertido en lugar referencial como su vecina Sartaguda (el Pueblo de las Viudas), tiene el triste honor de ser el pueblo con el porcentaje más alto de fusilados de Nafarroa.
En el centro del pueblo, se celebró el segundo acto reclamando verdad, justicia y reparación. Estuvo presidido por una enorme fotografía de Mercedes Colás y se pudo escuchar una entrevista con ella. Además del grupo de la CNT y de los simpatizantes de Ahaztuak y Askapena (muchos de los cuales llegaron en un autobús desde Bizkaia), acudieron a la cita descendientes de fusilados y personas de referencia de la recuperación de la memoria, como el cronista de las matanzas de Buñuel Pedro José Francés.
Tras el acto de la una de la tarde, se celebró una comida popular con 180 personas. Después, volvió a llegar el turno de la música, con un concierto de canciones revolucionarias a cargo de Salvador Amor y Gabriel Ortega.