JEREZ | CNT ELIGE SECRETARIA GENERAL. PRIMERA DIRIGENTE SINDICAL EN LA HISTORIA DE LA CIUDAD – La Voz del Sur

  •  lavozdelsur.es recoge el testimonio de tres combativas mujeres de la ciudad en una serie de reportajes conectados entre sí con motivo del Día Internacional de la Mujer.

  • La belga Aurora Van Echelpoel, afincada desde hace años en Jerez y ahora secretaria de la CNT en la ciudad, encarna el feminismo ligado al movimiento obrero y la lucha por la conciliación familiar. 

 

Aurora Van Echelpoel en la biblioteca Sebastián Oliva de la CNT.
Claudia González Romero

Esta es la historia de tres mujeres. Tres mujeres que paseaban por Jerez sin conocerse, hasta que por capricho del Levante, sus vidas se entrelazaron. Mientras una jugaba con su hija en la biblioteca Sebastián Oliva, escuchó cómo una mujer se dejaba la garganta luchando para detener el desahucio de Caulina. Al rato, madre e hija buscaron un taxi con el que volver a casa. Cuando dieron con uno, se toparon con una conductora dicharachera que les brindó una sonrisa hasta llegar a su destino. Este 8 de marzo, varios años después, vuelven a estar juntas. Aurora Van Echelpoel, secretaria local de CNT en Jerez; Patricia de la Calle, única miembro que resiste al frente de Stop Desahucios en la ciudad; y Silvia Vega, portavoz de las mujeres en el gremio de los taxistas jerezanos, se reúnen con el objetivo de hablar sobre igualdad y género. lavozdelsur.es recoge el testimonio de tres mujeres trabajadoras, en una serie de tres reportajes conectados entre sí con motivo del Día Internacional de la Mujer, para ponerle cara a un riesgo de discriminación constante solo por razón de sexo. En esta primera entrega, Aurora Van Echelpoel (Bélgica, 1979), protagoniza el feminismo ligado al movimiento obrero y la lucha por la conciliación familiar.

«Nací en una familia de clase alta donde predominaba la religión». Narra que la cría su abuela porque su madre estaba ocupada trabajando. «Mi abuela iba a hacer su voto de monja cuando era jovencita. Pero entonces el cura le pide que cuide a mi abuelo, ya que él se queda viudo con cinco hijos. Mi abuela sacrificó sus votos para ocuparse de su familia. Ella, que además de monja iba a ser profesora, dejó a un lado su vida para dedicárnosla a nosotros». Pero, ¿por qué la carga familiar, la de los hijos, tiene que recaer normalmente en la mujer? En el inicio de su relato, aparece la primera cuestión. “Es la carga del patriarcado de años y años”, contesta Patricia. “Solo hay que ver las asociaciones de padres”, agrega Aurora, a lo que su compañera Silvia continúa: «Tu pareja te podrá echar un cable, pero, ¿lo más gordo? Nos lo comemos nosotras”.

Aurora prosigue con su historia. Cuenta que se vio influida mayoritariamente por su bisabuelo, uno de los primeros sindicalistas en las minas de Bélgica. «Él, que era anarquista, me aportó otro tipo de valores». Concebida siempre como la rebelde de su familia, trabajó como niñera para poder costearse su vestuario. «Mis vaqueros negros, mis jerséis de lana larga… Fui muy conflictiva. Tenía que ir mona, con la faldita… y yo el rosa Barbie no podía ni verlo. Me decían que tenía que ser más femenina». Cuando tuvo la oportunidad, acudió a la peluquería sola para cortarse el pelo y teñírselo de azul cuervo. «Mi madre ya no me habló en semanas y se casó con un empresario. Otra vez un nivel de clase más burgués. A mí eso no me molaba».

Aurora es un ejemplo claro del feminismo unido al movimiento obrero. Dice que cuando repitió curso en el instituto, su padrastro le dio pie a probar otras vías formativas. “Venga, Cruz Roja, Médicos Sin Fronteras…, me dije. Pero me engañaron, me metieron en contabilidad, en un colegio muy aburguesado. Yo no me sentía cómoda, veía a los niños en descapotables… Aguantaron solo un mes conmigo. Yo rellenaba los exámenes con mi nombre y los entregaba en blanco”.. No consintió quedarse en aquel centro educativo y quiso especializarse en Bellas Artes, pero su padrastro no contemplaba la brocha fina como un medio de vida. “No aguanté en casa y me fui a vivir sola”.

Aurora Van Echelpoel junto a su hija Libertad. – Claudia González Romero – @Kluche_14

Aurora empezó a trabajar como pintora, donde encontró su primer conflicto laboral no por ser una rebelde, sino por ser mujer. “El problema que tuve es que no tenían baños en las obras. ¿Qué pasa? Que los hombres orinaban en el jardín. Pero yo me negaba a enseñarles el culo a todos los obreros, porque si ya durante la jornada se pasaban el día mirándome y analizando cómo descargaba los botes de pintura y bajaba por las escaleras… ¿Qué hice? Me iba por el vecindario a ver si alguien me dejaba entrar en su cuarto de baño. Ese fue mi primer despido, mi jefe me dijo que yo para él era una pérdida de tiempo”. Dejó a un lado la brocha gorda y entró a trabajar en una panadería. Para Aurora la escena cambió radicalmente. De estar rodeada de hombres entre hormigón y pintura, pasó a trabajar con mujeres entre levadura y harina. Con 18 años, sus compañeras de oficio le animaron a viajar, a aprovechar su edad, su juventud. Y a ella no se le ocurrió otra cosa que viajar a Castellón de la Plana. “Parecía un pueblo todavía, la gente con sus sillitas en la calle”.

Llegó a la ciudad valenciana y se encontró, en un principio, con una barrera idiomática. Ella, trilingüe en aquel momento, preguntó por un hostal en inglés, francés y alemán. Dice entre risas que los vecinos no entendieron nada y que finalmente la mandaron a un albergue para los sin techo. Al tiempo, durante un mes, consigue trabajo en un hostal de Benicassim. “Pero me hicieron un contrato falso. Me enteré cuando fui a la Seguridad Social…”. Tras la farsa, varios amigos de Sevilla y Cádiz que conoció durante su estancia en España, la acogieron y la ayudaron a conseguir un trabajo en el que por fin estuviera dada de alta.

En el año 2000, entró a formar parte de la plantilla de una fábrica de mármol. “La gran mayoría eran mujeres. Por dos razones, porque era el boom de la cerámica y porque la mano de obra de las mujeres era más barata”. 17 años después, según las infografías que ha lanzado la ONU sobre la desigualdad de género en el terreno laboral, «las mujeres sólo ganan 77 céntimos por cada dólar que ganan los hombres por un trabajo de igual valor». Esta brecha salarial, sumada a las limitaciones de las licencias de maternidad y paternidad, arrastran a las mujeres al empleo a tiempo parcial.

Una vez que acabó su contrato, empezó a trabajar en Jerez, en los supermercados Día, en 2007. Lo que empezó siendo un oficio, se va convirtiendo poco a poco en un infierno. “Me estaban puteando con un horario que no era compatible con el de mi hija”. En este momento, ya decidió afiliarse a CNT y se integró con bastante rapidez. «Ahí vas a encontrar a tu familia, me dijeron. Y fue tal cual”, recuerda. Finalmente, en 2014, se dio de baja por una fractura en el pie, y mes y medio después le enviaron una notificación de despido por baja productividad. Una vez que se quedó parada, Aurora, divorciada y con una hija, denunció el caso en su sindicato. Ahora, es la secretaria comarcal. Desde su puesto, lucha por encontrar soluciones para compaginar trabajo y vida privada. «Porque para las madres divorciadas, desde luego, poca cosa hay”.

Aurora Van Echelpoel, Silvia Vega y Patricia de la Calle en el Alcázar de Jerez. – Claudia González Romero – @Kluche_14

«¿Por qué soy la primera mujer en liderar un sindicato en Jerez?», se pregunta Aurora. «No hemos hablado realmente sobre ello. Veo una cierta evolución. Y también porque a las mujeres les cuesta un poco involucrarse porque los sitios no están adaptados a ellas. Arrastramos niños… tenemos la carga familiar, hay que sacar tiempo…», se contesta ella misma. “Todo lo que engloba el cuidado de los pequeños, en el colegio, en la calle… Tenemos que ser realistas, ¿qué porcentajes es igualitario? ¿Están igualadas las tareas en casa?», cuestiona Patricia. En 2014, Pablo Gracia, en el diario.es, indicó que «España presenta niveles de desigualdad de género en el trabajo doméstico muy elevados, y muy superiores a la media europea» y que «parte de este problema reside, como en todos los países, en la persistencia de valores patriarcales en la vida cotidiana», después de haber analizado varios gráficos de un informe Harmonised European Time Use Survey (HETUS) de Eurostat.

«Me gustaría que nos trataran por igual, pero es cierto que no es así. Tenemos que reconocer que hay que luchar cada día. Yo quiero que mi hija salga sin el miedo a que alguien la persiga por la calle, le echen un piropo y la acobarden, a que en el trabajo la traten de la misma manera que traten a sus compañeros… Quiero la igualdad», sentencia Patricia de la Calle, la mujer que protagonizará el segundo capítulo con una vida repleta de miradas que la juzgan por descargar camiones o por no ser «una señora de su casa».

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