Hay que luchar contra la guerra, montamos una plataforma; Hay que echar al maroto de turno, lo hacemos con una plataforma. No nos gusta el tranvía, una plataforma; El tranvía no está mal pero el problema es por donde pasa, plataforma al canto. Aeropuerto 24 horas, niños robados, afectados por tal ope, contra desahucios, deuda perpetua, cláusulas suelo, pensionistas de Álava, de Euskadi…En los últimos años varios centenares de plataformas se han ocupado de todo tipo de peleas políticas, laborales y sociales.
Están formadas por colectivos (otra palabra a estudiar), por sindicatos, por partidos o por personas más o menos afectadas. No tienen estructuras legales (no hay estatutos), ni físicas (no hay comités), ni económicas (no hay cuotas), ni espaciales (no hay sedes, ni lonjas, ni luz, ni ordenador que mantener). Es cuestión de una reunión, un escrito, un panfleto, una convocatoria (o varias), una pancarta, una concentración, una (o más) manifestación. Todo son ventajas. Las fotocopias, el plástico y la tinta, el local, el megáfono, el dinero, el personal y lo que haga falta lo ponen esos que sí tienen estructuras y paganos.
La idea es que el mayor número de personas asistan al llamamiento que se hace en contra o a favor de una cuestión concreta. Nada más. Y nada menos, dicen los plataformistas. Para conseguirlo hay que intentar que nadie se moleste. La plataforma es ciudadana, y es para lo que es y nada más. Se trata de que no se pueda identificar a un asistente con una sigla o con una idea o con un pensamiento (si hay identificación no van). Ejemplos: que un casero pueda concentrarse contra los desahucios, un empresario manifestarse contra la guerra, un votante de derechas a favor del aeropuerto o de las pensiones públicas dignas.
No hay compromiso de permanencia (portabilidad para los telefonilloadictos). Al asistente se le asegura que su compromiso con la causa acaba cuando su historia personal se solucione o al término de la convocatoria misma, o a la mitad si quiere largarse antes, no hay problema. El bolsillo no se resiente en absoluto, es tan barato barato que no hay que poner un duro, aunque es verdad que comprando una pegata alusiva y dejando un euro quedas como dios. El convocado además activa su corporativismo, forma parte de algo, se siente protagonista, su ego se eleva y su conciencia social le puede dar una satisfacción moral inenarrable.
Así que todos piensan que esto del plataformismo es un gran invento. ¿Todos? No. Algunos como yo, siempre a la contraria, decimos que no. Porque las personas no somos inquilinos por una parte y trabajadores explotados por otra, antibelicistas o pacifistas por un lado y opositores engañados por el otro, etc.
Puede ser que a algunas siglas que conforman una plataforma, los susodichos paganos, no les importe diluirse en ella pero no tiene sentido que una organización como la CNT lo haga. La CNT llama a los trabajadores (porque son la única clase con fuerza revolucionaria) a afiliarse, a organizarse dentro de la CNT y no fuera de ella.
Buscamos la participación, cuantos más mejor, pero preferimos que no lo hagan si van avergonzados. Luchar contra este mundo injusto que no sabe a dónde va (me gusta esa canción), no es una mácula, no es algo que haya que esconder. Hay que sentirse orgulloso de pertenecer a una organización que da la cara por un cambio revolucionario y no por una reforma de una parte pequeñita de lo que no nos gusta.
Para finalizar una anécdota. Yo he visto dos convocatorias en un mismo sitio de dos plataformas (formadas por las mismas siglas) que para no mezclarse se fueron cada una por un lado. Lo dicho: división de las luchas y dispersión de los luchadores en lugar de unión y solidaridad de los que sufren cualquier tipo de injusticia social.