Los trabajadores del McDonald’s de Saint-Barthélemy han tomado parte de las instalaciones del establecimiento, que estaba cerrado, para distribuir paquetes de alimentos entre la población pobre. El McDonald’s está ubicado en uno de los distritos del norte de Marsella, donde la miseria no ha hecho más que aumentar desde el inicio del confinamiento.
Una acción a la que se opone la dirección de McDonald’s de Francia, mientras relanza la actividad en todos lados sin tener en cuenta la salud de los empleados. Desde el comienzo de la crisis sanitaria, la población de los ya extremadamente precarios distritos del norte de Marsella se sumerge en la pobreza. Los distritos del norte de Marsella (3º, 13º, 14º, 15º, 16º) tienen una tasa de desempleo del 25,5% (la media nacional es del 8,5%) y el 39% de la población vive por debajo del umbral de pobreza.
La aplicación del confinamiento ha reforzado dicha precariedad con una ola de despidos y la interrupción de los sueldos de los trabajadores del sector no regulado. Hoy en día, son cada vez más numerosos los hogares de los distritos del norte de Marsella incapaces de satisfacer las necesidades vitales más básicas tales como la alimentación. Nair Abdallah, miembro del colectivo Casa Blanca, testifica: «Al principio estábamos confinados, dejamos pasar 4 o 5 días y cuando vimos que el confinamiento se prolongaba decidimos volver al barrio. Las familias empiezan a decirnos que ya no comen nada, una madre por ejemplo nos explicó que hace más de tres días que sus tres hijos y ella solo comen sopa de cebolla”.
Por lo tanto, muchas asociaciones y colectivos han comenzado a distribuir paquetes de alimentos para los más necesitados. Cada día, más y más gente solicita ayuda: la semana pasada el colectivo Casa Blanca distribuyó 50 paquetes, esta semana está repartiendo casi 400. Los servicios sociales de otros barrios han empezado incluso a orientar a la gente hacia los citados colectivos, ya que gracias a su movilización, consiguen satisfacer en la actualidad la demanda de paquetes de comida.
Ante esta afluencia, los trabajadores del McDonald’s de Saint-Barthélemy, respaldados por una multitud de colectivos y asociaciones, entre los que se incluye el Sindicato de los barrios populares de Marsella, han decidido ocupar el establecimiento para utilizarlo como solución a la crisis. Los alimentos enviados por los comerciantes, los residentes o el banco de alimentos se almacenan en la cámara frigorífica. El local se utiliza para preparar y distribuir paquetes a asociaciones y colectivos. Los paquetes se reparten directamente en los portales de los edificios o frente a los apartamentos. La tarea se lleva a cabo respetando las medidas sanitarias (máscaras, guantes, desinfección de productos) y la distancia. Para Kamel Guémari, sindicalista de Force Ouvrière, integrante de la protesta contra la dirección de McDonald’s: «Si frente al estado de emergencia no nos movilizamos por nuestros barrios, ¿quién lo hará?».
La firma se ha opuesto a la iniciativa y la ha condenado. Ralph Blindauer, abogado de los empleados del restaurante Saint-Barthélemy, ha dicho a los periodistas del diario La Marsellaise: «Nos hubiera gustado hacerlo con el acuerdo de McDonald’s de Francia, pero ellos mantienen su posición, que es decir no». Añade: «Carecen de todo atisbo de humanidad, de modo que los trabajadores han decidido ignorarlos».
La dirección de McDonald’s Francia se posiciona, por lo tanto, como un obstáculo a las soluciones para ayudar a los más desfavorecidos de esta crisis. Los trabajadores del restaurante Saint-Barthélemy sólo pueden contar con ellos mismos para aliviar la dramática situación que viven los habitantes de Marsella.
Es cierto que la empresa no goza precisamente de una reputación muy humana, la multinacional anunció hace una semana su deseo de reanudar la actividad en los restaurantes de autoservicio y de entrega a domicilio, en detrimento de la salud de los empleados.
Si bien la vuelta al trabajo es voluntaria, Massamba Drame, sindicalista de SUD Hôtellerie-Restauration de París, dice que «los empleados que se nieguen a volver al trabajo serán etiquetados como enemigos de la dirección, arriesgándose a represalias». Es de sobra conocida la represión que ejerce la empresa sobre los empleados indeseables. El año pasado Marsactu reveló que McDonald’s pagó 25.000 euros por un falso testimonio contra Kamel Guemari con el objetivo de poder despedirlo.
En cuanto a la vuelta forzosa a los puestos de trabajo de los empleados de la empresa, Massamba Dramé, explica que «las cocinas son muy pequeñas, será difícil respetar la distancia social, luego está el tema de las máscaras, se debería dar prioridad al personal sanitario que sufre una escasez espantosa». Sin embargo, tal y como señala el sindicalista, «la entrega a domicilio de McDonald’s no es indispensable». Vender hamburguesas para engordar los bolsillos de McDonald’s no es imprescindible, sin embargo, utilizar a los empleados de restauración para ayudar a los más desamparados, como hicieron los trabajadores de Saint-Barthélemy, es una respuesta a la crisis sanitaria y económica.
En un momento en que el Estado, con su catastrófica gestión de la crisis, nos conduce hacia la hecatombe y los empresarios quieren reabrir empresas y reiniciar la producción no esencial a expensas de la salud de miles de empleados, los trabajadores de McDonald’s de Marsella han tomado las riendas de su trabajo para ayudar a gestionar la crisis. Nadie más indicado que ellos para reorganizar la distribución, no ya en beneficio de la patronal, sino para aliviar la actual crisis.
Mateo Falcone | Traducción: Maite | Fuente: La Izquierda Diario
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