VITORIA, CAPITAL DEL OASIS VASCO. EL MUNDO. LA OPINIÓN (DISCREPANTE) DE UN SETENTÓN

Extraído del Pandora nº 129.

1-La crisis del coronavirus puede comentarse a dos niveles, local y universal. Ciñéndonos a Álava y su capital Vitoria, no lo esperábamos. Habíamos caído en la autocomplacencia: la ciudad green plagada de espacios verdes y jardines infantiles, la ciudad animalista con más perros que niños, la ciudad de las mil carreras pedestres multitudinarias, la ciudad donde las bicicletas señoreaban hasta las aceras, la ciudad con la máxima protección hacia marginados y ancianos, la ciudad dotada del mejor organismo sanitario del mundo, la ciudad en la que había que avecindarse si tenías un familiar con problemas físicos o psíquicos o cualquier otra deficiencia porque nuestras encomiables instituciones (ayuntamiento, diputación gobierno autonómico) nos auxiliarían y salvarían.

Nos habían vendido que antes que nos afectara cualquier desgracia, los palos caerían en otro lugar. Y hete aquí que encabezamos la clasificación del desastre. La capital del oasis vasco y su chiquita provincia acumula más afectados proporcionalmente a su población que cualquiera otra. Parece que nadie se ha dado cuenta, pero lamentablemente competimos por la primacía mundial en el número de infectados en función del número de habitantes.

No pretendo cargar contra los trabajadores del sistema sanitario, no creo que la culpa sea del médico, la enfermera, el celador o el camillero, sí culpo al entramado político-sindical fundado en el clientelismo, el enchufismo, el compadreo y la lealtad a los respectivos partidos…A esos políticos que, cuando surgió el virus por esta ciudad, nos decían que era una nimiedad: total un brote casual en el hospital de Txago y otro no menos casual entre los asistentes a un funeral, focos perfectamente identificados y controlados, dos hechos anecdóticos. Nimiedades y anécdotas. Todo identificado, todo controlado, todo nimiedades y todo anécdotas, para al final sumar muchos más contagiados en proporción a la población que cualquiera otra provincia.

Nuestra indulgencia y la lógica general nos inducen a pensar que no podemos ir a peor.

2-Lo que estamos viendo a nivel global además de la vertiente propiamente sanitaria, presenta otra vertiente no menos relevante, la que afecta a lo político, económico, social y laboral. No deja de ser curioso que el modelo favorito sea el chino: la imposición de la dictadura: todos encerrados en casa.

En mi opinión, la de un jubilado, obviamente muy discutible y posiblemente errónea, podía haberse aplicado otro plan: meternos a los jubilados y personas con problemas de salud en casa, y llenar la calle de gente cada cual entregada a su trabajo. Con seguridad a las personas de riesgo se nos hubiera podido asistir mucho mejor, se hubieran producido menos muertos y el hundimiento económico y laboral que se avecina no hubiera tenido lugar.

Sorprendentemente son algunos sindicatos los que han extendido el pánico y han acuñado el tópico perogrullesco «la salud de los trabajadores está por encima de todo». Pura palabrería inconsistente, simplismo a manos llenas. Se está exagerando el riesgo que corre la gente normal (la no jubilada y no afectada por otras dolencias) ¿cuál es su riesgo, dos semanas de baja antes de quedar inmunizados?

Si analizamos las cifras del País Vasco constatamos

-La regla de tres dice que sobre la cifra de contagiados de menos de sesenta años muere el 0’6%. Si la aplicamos a la totalidad de contagiados se queda en el 0’3%. Si además añadimos que la gran mayoría de ese 0’3% estaba afectado y debilitado por otras dolencias y afecciones preexistentes (que de no haberlas padecido hubieran superado el coronavirus) la mortandad no hubiera llegado al uno por mil.

-Consecuencia de lo anterior ¿a qué viene este pánico entre la globalidad de la gente? ¿Miedo a morir? ¿Quién está muriendo?  El 97 por ciento, viejos.

-Lo cierto, a fecha de hoy es que las muertes atribuibles en todo el mundo al coronavirus no alcanzan el medio millón que causa la gripe cada año, pese a existir vacuna, sin que nadie repare en ello. No estamos ante la famosa gripe de 1918 que llevó  la tumba a sesenta millones de personas, en su inmensa mayoría jóvenes.

-Si el coronavirus nos mata fundamentalmente, casi exclusivamente a los jubilados, rara vez a personas sanas en edad de trabajar y hasta ahora a ningún niño. ¿Por qué enclaustrar niños, jóvenes y gente sana en edad laboral? ¿Por qué se ha tomado esa decisión? ¿Qué argumentos alegan las cabezas que nos mandan y subordinan para tomar tal decisión? ¿A qué viene la eclosión del teletrabajo como panacea, por cierto antes rechazada por esos mismos sindicatos? ¿A qué este aluvión de ERTEs, otra panacea? ¿A qué la  extensión del pánico? ¿Qué se pretende? ¿La sumisión total al poder? ¿Qué pasará con los puestos de trabajo y las pensiones?

¿Cuántos muertos y cuántas desgracias de toda laya ocasionará el descalabro económico y laboral? Entre la gente en edad de trabajar con seguridad bastantes más que el coronavirus sanitario.

Veremos si los trabajadores en activo reaccionan sustituyendo el miedo, la apatía y el conformismo por la dignidad y el orgullo…cuando les permitan salir a la calle.

Argente

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