Extraído del cnt nº 423, Dosier «Lucha de clases»
Actualmente hablamos de feminismos en plural, porque sabemos que somos diversas, y también porque sabemos que hay montones de debates abiertos dentro de esta diversidad. La creciente visualización del discurso feminista en temas muy concretos como el feminicidio o las violaciones ha acelerado también la necesidad de retomar ideas sobre la lucha contra el capitalismo y el patriarcado como dos luchas que han de ir de la mano, y esta idea es el feminismo de clase.
Es así porque al feminismo siempre le ha perseguido la idea del interclasismo como eje de acción, aunque seguramente la idea del interclasismo no venga de nuestras antecesoras obreras, y bien interesante sería leer más su historia que no solamente la de los compañeros revolucionarios o la de las mujeres feministas de clases medias y altas. No hay más que repasar un poco la historia (por ejemplo, las mujeres obreras bolcheviques, el movimiento de mujeres obreras alemanas o Mujeres Libres aquí mismo) para darse cuenta de que el debate estaba en si hacer caso omiso o no de las feministas burguesas, hacerles la guerra, ignorarlas, o hacer colaboraciones puntuales, pero nunca se ponía en duda la necesidad de luchar contra el patriarcado o de crear espacios de lucha y consciencia de y para mujeres trabajadoras.
Así, el feminismo de clase no es más que la unión de esa conexión más que evidente de que el patriarcado y el capitalismo van de la mano y se retroalimentan, que uno sin el otro no van a funcionar, y que la organización de las mujeres de clase trabajadora, que somos muchas, es una pieza esencial para cambiar este mundo. No se puede hablar de emancipación o libertad sin hablar de acabar con los dos. Según mi parecer el feminismo de clase tiene una visión estratégica enorme y supone una herramienta imprescindible para dinamitar el sistema entero.
Si bien es cierto que el patriarcado influye a todas y cada una de las personas, por tanto a todas y cada una de las mujeres, esto no deja de ser un simple elemento de análisis de lo que supone el patriarcado, por lo tanto esto no nos obliga a sentirnos afines a todas las mujeres del mundo ni a organizarnos con todas ni a dejar de lado nuestras reivindicaciones como mujeres trabajadoras. No negaremos que tenemos este elemento de presión ahí: que el discurso y la práctica feministas no queden en lo superficial, comercial o descafeinada, arrastrado a las instituciones y a conceptos como el techo de cristal, que nos interesan más bien poco. De hecho sigue siendo un debate dentro de los feminismos tanto el clasismo como el racismo que hay en el seno de las grandes plataformas feministas. En gran parte en nuestras manos está ponernos en valor.
Pero por otro lado tenemos otro gran elemento de presión que sería la tendencia de las teorías y organizaciones de clase a establecer una especie de jerarquía de luchas , en la cual la lucha de clases es la principal y de su resolución surgiría la solución de las demás. En el mejor de los casos no se da una jerarquía, lo que se da es una compartimentación separada de luchas: por un lado la de clases, por otra la feminista, por otra la ecologista, y así sucesivamente, como si no estuvieran profundamente conectadas. En realidad ninguna de las dos estrategias o visiones acaba de ser lo suficientemente estratégica, sobre todo teniendo en cuenta que vivimos en un sistema que se ha nutrido de los cuerpos y los trabajos de las mujeres para configurar tanto el modelo productivo como el modelo de instituciones. Por una parte sabemos que los trabajos de cuidados, asignados de manera exclusiva a las mujeres como obligación social, acaban generando una plusvalía elevadísima, y al mismo tiempo el modelo reproductivo afectivo y familiar son una pieza clave para el funcionamiento del capitalismo. Pero también para papá estado. Las instituciones están pensadas justo desde ese mismo prisma, y parten de la misma voluntad de control de la población, la tierra, la natalidad, la demografía y una larga lista que tiene mucho que ver con nosotras. Por eso mismo, sabiendo que tanto el capitalismo como las instituciones y los estados nacen de este control y voluntad de domesticación de los cuerpos de las mujeres, del modelo de familia, de la natalidad, resulta esencial decir que no se puede acabar con el capitalismo sin acabar con el patriarcado. Y si vamos más allá, no se puede acabar con el patriarcado si no dinamitamos los estados y las instituciones. También depende de nosotras poner esta propuesta en valor.
Esto no es nuevo ni mucho menos, tenemos a muchas predecesoras históricas que nos explican ya sea con la teoría, ya sea con la propaganda, ya sea con sus acciones (que es la parte que más me gusta), lo que es el feminismo de clase y que es esencial para acabar con toda esta red de opresiones, que no son compartimentos separados y que no funciona ni funcionará una jerarquía de luchas. A modo de inciso, tampoco haría falta que se nos dieran constantes recordatorios sobre la importancia de que no nos olvidemos de la lucha de clases, lo sabemos, lo sufrimos, lo luchamos, y no tenemos porqué demostrar que lo luchamos más.
En esta batalla sobre si el feminismo es burgués en esencia, sobre si las mujeres obreras que luchaban hablando de sus derechos como trabajadoras, en espacios mixtos y no mixtos, sobre si se nombraban feministas o no, sobre si les decían a sus compañeros que eran igual que los patrones, que les tenían que explicar que no querían ser más que ellos si no que las trataran como personas, se pierde para mi lo esencial. El feminismo de clase, a parte de luchar con muchos frentes para construir un mundo mejor, también para las mujeres, ha sido una herramienta de movilización que ha conseguido a lo largo de la historia crear espacios de mujeres obreras, amas de casa, paradas, migrantes, etc. Espacios desde los cuales se reivindicaron como mujeres de clase trabajadora y como mujeres en lucha contra el patriarcado, aunando el discurso sin problema y creando redes de apoyo mutuo desde las cuales ejercer tanto la acción directa como la solidaridad. Mujeres Libres es el ejemplo más evidente de ello. Ninguna otra organización de clase supo recoger el sentir, la necesidad, la mirada de las mujeres trabajadoras como lo hicieron ellas. Así pues, no queda ninguna duda que hablar de lo que nos pasa desde nosotras y para nosotras sin delegar ni pedir tutorías es lo más cercano a la acción directa y a la práctica revolucionaria de la lucha de clases.
Cuando imagino el que sería mi feminismo ideal, tiene varios pilares que lo sustentan. El primero es el de ser un feminismo de clase ya que si el feminismo parte de la base de la emancipación y realización de las mujeres fuera de el autoritarismo patriarcal, no tiene sentido alguno mantener desde el feminismo otras relaciones de poder ya sean clasistas o racistas o del tipo que sean. Otro de los pilares es la necesidad de releer la historia, no solamente la oficial, también la revolucionaria y la feminista académica, y desenterrar toda esta historia de mujeres trabajadoras que nos ayudará a no seguir pensando que partimos de cero. Como tercer pilar viene el uso de las herramientas, sobre todo de cariz anarquista y anarcofeminista:
- Usar la autodefensa, o sea la acción directa, como manera de afrontar las agresiones concretas y las del sistema, así como punto de partida para ir organizándonos sin que nadie nos represente. Deshacernos de las tutorías patriarcales y deshacernos de la filosofía de le delegación.
- Dentro de esta acción directa, ser conscientes que podemos hacer usos de muchas tácticas que van desde la pedagogía revolucionaria a la autogestión, del sabotaje a la huelga o el boicot.
- Practicar el apoyo mutuo y construir comunidades en base a la solidaridad entre iguales, por eso es importante saber en qué feminismo nos situamos o cómo lo entendemos, ya que el apoyo, por su naturaleza, no es posible si no es entre iguales.
Estos pilares los vienen practicando las mujeres obreras desde hace mucho tiempo, no son nuevos, no se salen de lo que la práctica de la lucha de clases usa como base. Pues toda esta filosofía, toda esta estrategia y toda esta táctica es un potencial que se puede aportar a toda esta explosión de feminismo que estamos viviendo. Sí, hay mucho interés en cooptar esta explosión, en hacerla algo comercial, en vaciarla e incluso en reconducirla, pero al final la cuestión que se me ocurre es si nuestras antecesoras habrían dejado de hablar de sus vidas y sus derechos porque las feministas burguesas se apropiaban del discurso. Al final también podemos darle un poco la vuelta y preguntarnos qué podemos y queremos aportar, y qué validez damos a nuestro proyecto de sociedad totalmente diferente si no contemplamos la lucha explícita y sin cuartel contra el patriarcado como otra forma de poder y de autoridad. Recogiendo la filosofía anarcofeminista, que es obviamente feminismo de clase, nuestra acción debe ser la búsqueda del equilibrio entre la educación revolucionaria y la acción para acabar con toda forma de poder y la persecución de toda forma de machismo se dé donde se dé, con todas las herramientas que sean necesarias. ¿Qué frase resume mejor el feminismo de clase que propone el anarcofeminismo? Como escribió Peggy Kornegger «no queremos la toma de ningún poder, queremos que se disuelva».
Mireia Redondo Prat | Barcelona | Ilustra: Ana Nan
Publicado en: CNT