FIN, CONFÍN O SINFÍN

Extraído del Pandora nº 130.

La perplejidad en que nos ha sumido la COVID nos obliga a situarnos ante la ‘nueva normalidad’ y a intentar ser agentes de los cambios.

Sin ánimo exhaustivo, que me dejaría exhausto, os mando algunas reflexiones desordenadas, con la intención de incluirlas en un debate colectivo que nos esclarezca.

Fraguas, Guadalajara

1.- En el pensamiento anarquista existe un principio casi fundacional: La creencia en la capacidad creadora de la humanidad liberada. Y sí, si entendemos la liberación como realización y no como mera ausencia de coacción. Pensar que si la sociedad colapsa surgirá algo mejor, es desconocer las carencias que tenemos y la Historia. Y más ahora, donde la especialización y atomización de la producción nos ha hecho dependientes y torpes ¿Quién sabe hacer un cesto? Ya, no lo necesitamos, vamos al súper y nos dan una bolsa. Pero, ¿y si no? Las habilidades que tenían los abuelos, y más las abuelas, del medio rural para atender a sus necesidades por ellos mismos se han perdido y ahora nos damos cuenta de la destreza e inteligencia que usaban en ello.

2.- El colapso previsible de la civilización no será tanto obra de la COVID como de nuestra incapacidad funcional. Y además nos creemos tan listos y sobraos.

3.- La cuestión tecnológica. Un azadón, un lazo, un cesto son tecnologías. Cierto es que las tecnologías que nos iban a llevar al paraíso son las que se han cargado el mundo y la esperanza.

Los sistemas totalitarios, y neoliberalismo lo es en extremo, aplican sus ‘tecnologías’ con el objetivo de producir un estado de sumisión y dependencia en la población. Hay alternativas al petróleo, (el hidrógeno, la solar) pero nos harían autónomos y no lo quiere el sistema. Hay alternativas al mercado y al capital, luego lo veremos.

El totalitarismo supone la reducción del individuo a un estado larvario, sin soberanía individual y sin capacidad de obrar por sí mismo. Esto se puede hacer mediante la violencia, la sugestión o la dependencia. En los dos últimos supuestos la condición básica es la existencia previa de una ‘violencia estructural’ La democracia representativa despoja al individuo de una real participación en el gobierno de sí y en la gestión de la sociedad.

No vivimos en la realidad, vivimos en un ‘trance hipnótico consensual’ Nunca la realidad ha estado tan alejada e inmanejable como ahora. De ahí la sensación de fatalidad y de irremediable. Somos pacientes, no agentes de la situación.

4.- Este estado hipnótico no es fruto de una conspiración de no se sabe qué entidades terrestres o interplanetarias. Es producto de la reificación, del punto de no retorno, de la mecánica ciega de procesos inconscientes. Hemos creado un Leviatán, varios, que actúan como si fueran entes sobrenaturales que nos imponen su propia lógica y leyes, y ante los cuales no podemos sino rendirnos.

Es lo que se oculta cuando nos hablan de la ‘dinámica de los mercados’ Antes estábamos sometidos a la ley de Dios, incuestionable, y ahora a la Ley del Mercado, que se nos impone con una inexorabilidad mayor e irracional. Y nos hablan de la ‘exuberancia irracional de los mercados’ y sí, damos por supuesto que la cosa es caprichosa y hay que ofrecerle sacrificios. Lo manda el Mercado.

5.- La renta básica de subsistencia o el ingreso mínimo vital. Por supuesto que no lo critico, bienvenido sea, pero a ver qué estamos haciendo.

Se hará en euros, ‘dinero fiat’, lo que aumentará la deuda y la dependencia. El dinero ‘fiat’ (y perdóneseme el didactismo) es papel que emiten no exactamente los Estados, sino los bancos centrales (el euro, el dólar) y que no tiene el respaldo de ningún bien detrás, como pudiera ser el oro.

Como el papel no vale literalmente nada, nada, depende de la fe que tengamos en él ¿Y cómo inducir un estado hipnótico que dé valor al papel? Mediante la deuda. Yo te doy un billete si tú me lo compras antes a un precio mayor del que yo establezco. El que quiera dinero, sea un Estado, una empresa o un particular… tiene que hipotecarse.

España no puede emitir euros, lo único que puede hacer es emitir deuda pública. Saca al Mercado, pongamos que un millón de euros en deuda a diez años. Hay una subasta, a ver quién quiere deuda española. Y la banca privada puja más o menos. Al final la compran por 600.000 euros. Es decir, el estado español les tendrá que devolver en diez años un millón de euros. Previamente el BCE ha prestado dinero a la banca privada a un interés menor, le ha dado 980.000 euros y tendrán que devolver un millón en diez años. El negocio para la banca es redondo.

Y como España o Grecia no devuelvan la deuda, llegarán los señores de negro y se quedarán a precio de saldo con los puertos, los museos, los hospitales, la enseñanza, las autopistas… Habrá que vender lo poco público que quede.

Es cierto que el BCE, ante la debacle del sistema, ahora compra deuda directamente a los Estados, pero antes de la crisis del 2008 y hasta hace poco, cada Estado vendía deuda a un precio distinto. Alemania vendía prácticamente sin pagar intereses, mientras que Grecia pagaba el 18%, lo que suponía que una empresa alemana se financiera al 1% y una griega al 18%. Viva el libre mercado y la igualdad competitiva.

6.- Habría que evitar utilizar euros. Los ayuntamientos y entidades locales podrían emitir bonos en colaboración con las asociaciones de base. Esos bonos se intercambiarían por productos básicos y de producción local. Surgirían colectivos de intercambio y producción en una red independiente del Estado y del Capital. Los colectivos darían el ‘label’ a quienes participaran y se promovería el asociacionismo horizontal. Esos bonos estarían validados, tendrían valor,  por la posibilidad de pagar los impuestos con ellos.

Es sencillo, salvo que está prohibido por los tratados internacionales suscritos con la CEE. Los Estados no pueden emitir bonos, dinero. Se expondrían a sanciones de la CEE.

7.- El problema de los homeless, que es una realidad terrible y en aumento. Los ayuntamientos deberían proporcionar un espacio donde se pudieran ubicar, con servicios básicos: Agua, baños, energía. Se promoverían la autogestión en esos territorios, tutelados por las asociaciones de intervención social y entidades de base. La renta básica supondría la contraprestación de colaborar en estos territorios autónomos. Una renta mínima y una capacidad de obrar por sí mismos, para que tengan dignidad y autoestima.

Nietzsche: “Si sólo se dieran limosnas por piedad, todos los mendigos se hubieran muerto de hambre”.

8.- El problema de la superpoblación mundial. No es maltusianismo ni darvinismo social. No se pueden traer niños al mundo y, ¡hala!, que se ocupen los demás de ellos. Promover una maternidad responsable y condicionar las ayudas y subsidios a esa responsabilidad. La Iglesia nos acusará de genocidas, ellos, que se alimentan del sufrimiento inútil de los pobres y quieren hacer del mundo un Valle de Lágrimas, perderían la materia prima que les da sensación de omnipotencia.

9.- El fin de las metrópolis. Si al principio las ciudades fueron un instrumento económico que optimizaba los recursos y generaba sinergias, ahora, su carácter mastodóntico y deshumanizado, las hace ineficaces y despilfarradoras. La metrópoli como maquinaria sofisticada tiene los días contados. Colapsará. Volver al principio renacentista y aplicar ‘la escala humana’, la mujer y el hombre como medida de todas las cosas. Hemos creado entidades suprahumanas, leviatanes, (reificación) que nos imponen unas dinámicas ajenas a las necesidades y deseos de la población. Eso debe caer. Pero, cuidado con el niño. Los ingleses utilizan esa expresión, ‘cuidado con el niño’, cuando tires el agua sucia de la bañera, mira que no esté el niño dentro, a ver si lo vas a tirar por la alcantarilla.

10.- Cuidado con la resistencia. Ha de ser más creativa que reivindicativa y más sensata que rabiosa. Las revueltas anarquistas han servido muchas veces para disimular las contradicciones del sistema y como disciplina para que las fuerzas reaccionarias estén alerta y se ejerciten en la represión.

Esto es muy duro de decir, pero muchas veces hemos hecho el pringao y hemos trabajado para el enemigo, actuando como tontos útiles. Hemos creado las condiciones que les justificaban un aumento de la represión y les hemos dado la baza de hacernos responsables de las disfunciones y calamidades del sistema.

Cuidado, porque ellos tienen los medios y el relato, y cualquier cosa que hagamos será desfigurada y lo que cuenta, querámoslo o no, es lo que sale en la tele. Ojo.
En estos momentos de preparación de un golpe de Estado fascista, instrumentado mediante una ‘lawfare’, no hay que caer en provocaciones. Con Don Catalino Cacerolo Bandeloro, lo mejor en no hacerle caso. No hay mayor desprecio que no hacer aprecio.

11.- El Anarcocapitalismo. Eso no es libertad. Mi libertad empieza con la libertad del otro. Yo no puedo ser libre en una sociedad de esclavos. El amo no es libre. La libertad no tiene un contenido negativo, como ausencia de coacción, sino positivo, de realización de las potencialidades del individuo. Y yo necesito a los demás para realizar mis capacidades.

El anarcocapitalista siempre es estatalista y más que cualquier otro, incluso más que los estalinistas. Necesita el Estado, sólo que reducido a su expresión mínima, como instrumento de opresión. Si desaparece el Estado, en el segundo posterior los de Harlem se comen a los de la Quinta Avenida. Una diferencia de desigualdad tan enorme como la de las sociedades capitalistas solamente puede ser ejerciendo una fuerza bestial sobre los desprotegidos. Es cuestión de mecánica de fluidos. La diferencia de gradiente dentro de una olla a presión solamente puede existir porque hay una capa de acero que la separa.

Esta cuestión muestra la deriva entrópica del sistema y su tendencia al caos, pues cuanta mayor es la desigualdad, mayor fuerza coactiva hay que emplear. Esta fuerza requiere el uso de energía y recursos que se detraen del sistema productivo y no se aplican en satisfacer las necesidades de los elementos que lo componen. Como el sistema capitalista solamente puede funcionar mediante una concentración cada vez mayor de capital, necesita cada vez ser más represor.  Esta deriva esquizoide, la obsesión por la seguridad, descompone el sistema. No hay más que ver el porcentaje del PIB que se dedica a seguridad, improductiva siempre, y que aumenta año tras año. Ejército, policía, compañías de seguros, seguridad privada…

12.- Hay que vincular el ingreso mínimo vital a actividades y proyectos.

Seguro que hay colectivos de jóvenes que si le das unos ingresos mínimos y la posibilidad de organizarse (pienso en Fraguas) poblarían la España vaciada. Reforestación, huertos, artesanía, cultura rural, pedagogía ecológica, energías alternativas… Hay un montón de talento y energías ociosas y un territorio abandonado.

Y campamentos de trabajo cooperativo en verano. No sería la mili, ni mucho menos, pero sí campamentos autogestionados donde la cultura de la participación, la autodefensa y la colaboración se fueran aplicando.

Juan Lama

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