Una reseña de “Anarcosindicalismo: recuperar el entusiasmo” de Gaspar Manzanera (Piedra Papel Libros, 2020).
Hay que destacar los méritos del opúsculo de Gaspar Manzanera, militante de la CNT, que pretende en su texto “condensar una serie de pensamientos en torno al anarcosindicalismo” que cree “son compartidos por gran parte de la militancia”. Es al tiempo un somero diagnóstico y un conjunto de retos y preguntas abiertas. Pero el principal mérito reside precisamente en su ubicación política sin paliativos: el anarcosindicalismo. Nada que elucubrar en torno a un sindicalismo revolucionario pretendiente o pretencioso, pero inexistente. Y sin expresar su óbito por ello, ni profundizar qué pueda diferenciar al sindicalismo revolucionario del anarcosindicalismo como expresiones operativas de la autoemancipación de clase, se sitúa de modo explícito en el movimiento y en el pensamiento anarcosindicalistas.
Manzanera no quiere sentar doctrina, ni teorizar, si no reflexionar en voz alta en torno al momento actual del anarconsindicalismo, ese “espacio del movimiento popular del Estado español que está en una esquina del movimiento obrero y en el centro del movimiento libertario”. Es una metáfora extremadamente humilde en su primera parte, pues el único movimiento obrero generado en los últimos tres decenios es precisamente el surgido en la ‘esquina’ del sindicalismo instituido para la concertación y la paz social. Lo cual coloca al anarcosindicalismo en la esquina apropiada, en el margen que puede y debe ocupar, para alcanzar todas las esquinas del espacio sindical.
La ‘centralidad’ del anarcosindicalismo respecto al movimiento libertario es cosa debida más a nuestra peculiar historia social que a una razón intencional. La endeble marginalidad del movimiento libertario hace que pivote de continuo en torno a los logros revolucionarios del anarcosindicalismo previos a la dictadura fascista. Quizás cuando el movimiento libertario, aún recuperando y reconociendo el pasado revolucionario, se autonomice de esa referencia, podrá aportar algo más que pequeños círculos de afinidad con escasa proyección social. De hecho, el propio Manzanera alude a la existencia de un “movimiento libertario no-cenetista”, que tiene por delante la ardua labor de crear las bases culturales y redes solidarias para alimentar espacios de lucha y emancipación.
Otro de sus méritos se resume en uno de los epígrafes: “Nunca más un anarcosindicalismo sin sindicalismo”. Parecería una obviedad si no fuera por que en ciertos momentos, espacios y modos de acción no se hubiera soslayado que lo sindical no es meramente lo institucional o corporativo o jurídico, olvidando el contenido indudable de clase de todo conflicto laboral. Y se hace una apuesta decidida por la negociación colectiva, por desmitificar la acción directa, que no eliminar, en pro de la defensa y ampliación de los derechos laborales y sociales, y sobre todo por abrir un debate estratégico, actualmente inexistente, en el que tenga cabida tanto los procesos de conflicto y autoorganización de clase como las luchas sociales transversales (vivienda, feminista, ecológica…)
No obstante, en tanto que el opúsculo se dirige a una amplia militancia anarcosindicalista, esa afirmación estaría más completa si al mismo tiempo no se obviara la segunda opción de ese tenso híbrido que es el anarcosindicalismo: nunca más un anarcosindicalismo sin anarquismo. Lo que por cierto facilitaría, sin atavismos o simplimos doctrinarios, precisamente el debate estratégico que el autor, con razón, hecha en falta en la militancia anarcosindicalista actual. El componente libertario no es baladí, del mismo modo que no lo es la perspectiva de clase que la conflictividad laboral debe manifestar. Lo libertario está en la espina dorsal de la revolución social que busca el anarcosindicalismo, desde los distintos modos de hacer democracia directa hasta las variadas formas que puedan tener los procesos de autogestión. También el anarquismo como movimiento eminentemente antiautoritario y antijerárquico debe contribuir a vehicular complicidades entre conflictos sociales y sindicales.
Dicho esto, el mérito de Manzanera no descarrila por cuanto su apuesta está en revalorizar, rescatar y ampliar la que no puede dejar de ser la base social del anarcosindicalismo: son las clases asalariadas, las clases desposeídas, las clases precarizadas y supervivientes que sufren la explotación, la opresión y el dominio de la gobernanza capitalista realmente existente, las que dan y tienen sentido en un anarcosindicalismo entendido como movimiento, movimiento de autoorganización frente al estado y el capital. “Esa es la esencia del anarcosindicalismo…: llevar las posiciones clasistas a los conflictos diarios de los trabajadores.”
Y para ello no hay otro camino que la organización. El autor, sin cerrar propuestas ni ideas al respecto, hace una somera radiografía de las problemáticas orgánicas: disputas por el control de la organización de determinadas facciones ideológicas, maniobras burocráticas poco éticas, sucesos condenables …. “En el trabajo organizativo es en el que menos se cuidan los principios y más se afinan las tácticas.” Frente a la pérdida de energías y entusiasmo que provoca los conflictos internos, Manzanera lo tiene claro: “hay que desacralizar nuestras organizaciones y dar más importancia al movimiento de clase… lo necesario es actuar con una percepción común de la situación y con el sentido de pertenencia a un movimiento: el anarcosindicalismo… esos elementos comunes debemos compartirlos y hacerlos un lugar común, expandirlos sin complejos.” Y plantea el debate no terminado de los años 70 “sobre cómo debe ser la CNT que sí queremos”. Para lo cual retoma el mensaje del título: “recuperar la ilusión… y recuperar el horizonte… un decrecimiento comunal, respetuoso y cooperativo, en el que la lucha sindical tiene un espacio central.”
Anarcosindicalismo: recuperar el entusiamo, es algo más que un breve texto, nacido al calor de un debate en alasbarricadas.org a finales de 2016, es la reflexión escueta, pero profunda y a veces densa, de un militante cenetista, que vislumbra un papel protagonista, de fuerza transformadora, al anarcosindicalismo y a sus organizaciones “en estos tiempos de caos geopolítico, caos climático y decrecimiento económico.”
Comparto buena parte de sus reflexiones, algunas con matices polémicos, pero ante todo participo de su entusiasmo y de la necesidad de hacerlo contagioso y, por lo tanto, de contribuir, sin fórmulas mágicas, a los “debates y retos pendientes para el anarcosindicalismo.”
Antonio Carretero (karter)
Publicado en Disfemia aposiopesis