MAURO BAJATIERRA, EL CRONISTA DE LA CNT QUE MEJOR CONTÓ LA GUERRA CIVIL – El Salto

La reedición de sus piezas periodísticas durante 1936 y 1937 ayuda a acercarse a este personaje que recorrió numerosos frentes antes de 1939, año en el que los fascistas le acribillaron a tiros en la puerta de su casa.

Mauro Bajatierra. Fotografía cortesía de la Fundación Anselmo Lorenzo.

Escribir entre disparos, metralletas, cazas, frío y hambre nunca fue fácil. Las crónicas del miliciano Mauro Bajatierra, ahora reeditadas, así lo confirman. Su periplo por el frente de Madrid y la batalla de Guadalajara dejó decenas de piezas publicadas en el periódico CNT, pese a que el periodista, panadero por herencia familiar, siempre militó en la UGT. El consenso historiográfico determina que sus escritos son los mejores del momento al unir la información de primera mano, pues Bajatierra se desplazaba continuamente a los diferentes frentes, con una leve pátina de humor y un tono menos belicoso, a lo que añadía grandes pinceladas de humanismo, lo que le caracterizaba frente a sus colegas periodistas, tal y como asegura Julián Vadillo, historiador, profesor en la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) y prologuista de esta nueva y cuidada edición de Piedra, Papel, Libros.

Bajatierra (1884-1939), madrileño de nacimiento, dedicó la mayor parte de su vida al ideal del comunismo libertario. Fundador del movimiento anarquista en la capital, incluso iniciador de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) según Gómez Casas, durante la segunda década del siglo XX se introdujo en la masonería, en la logia La Cantoniana. En esos momentos comparte militancia con otros reputados republicanos de la época. “Su nombre simbólico, el que todo masón tiene que elegir cuando entra a formar parte, fue Justicia, y llegó a estar en el grado 3, el de maestro, que es el más alto dentro de los grados simbólicos dentro de la organización”, completa Vadillo.

Exiliado con la dictadura de Primo de Rivera, su entrada en la masonería le permitió encontrar refugio en Francia y recibir ayuda de sus hermanos masones de Bélgica y Alemania. “Al fin y al cabo, Bajatierra es de esos anarquistas a caballo entre los primeros, cuando llega La Internacional a España, como Anselmo Lorenzo y Francisco Ferrer i Guardia, y la tercera generación de libertarios, que presencian en primera persona la revolución social de 1936 y que ya han abandonado el ideario masón al considerarlo algo estrecho e incompleto”, acierta a señalar el profesor.

750 CRÓNICAS DE GUERRA EN TRES AÑOS

De esta forma, desde el principio de la contienda española, Bajatierra es comisario de guerra, ocupando así una importante posición dentro de la representación de las distintas organizaciones políticas y sindicales en el ejército. “Con una militancia libertaria, no es que pegase tiros, no se encontraba encuadrado en ninguna unidad de milicianos, pero sí que se movía armado”, precisa el prologuista. En los casi tres años que duró la guerra, el panadero convertido en periodista llegó a escribir 750 crónicas, la mayoría de ellas publicadas en el periódico de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT).

La primera edición de Crónicas del frente de Madrid se realizó en 1937, prologada en aquella ocasión por Federica Montseny, también militante anarcosindicalista que llegó a ocupar un ministerio en el Gobierno republicano. Las palabras que dedica a los escritos de su compañero ya atisbaban qué tipo de crónicas escribía Bajatierra: “¡Y qué libro de guerra, camaradas! Hecho en las primeras líneas de fuego, donde estallan los obuses y donde los dinamiteros juegan cada día cien veces con la muerte”, empezaba diciendo Montseny.

Una foto de Mauro Bajatierra enviada a su hermano en 1914. Cortesía de la Fundación Anselmo Lorenzo.

Y así es. El “periodista que nunca dejó de trabajar en su profesión de panadero”, tal y como explicita Vadillo, consigue recrear el ambiente bélico, pero también humano, que se respira a finales de 1936 en Madrid y a principios de 1937 en la zona de la Alcarria. Las referencias al buen hacer del bando republicano con los cautivos frente a las temeridades reproducidas por el lado faccioso son constantes: “(…) no se fusila ni a moros ni a los del Tercio que se pasan voluntariamente a nuestras filas. Somos hombres, y como tales obramos”, llega a escribir el 6 de diciembre del 36.

REFERENCIAS AL CENSOR

Los textos, plagados de información detallada debido al acercamiento que el propio Bajatierra tiene con los milicianos del frente, no se libran de la censura gubernamental. Hasta en 17 ocasiones actúa el censor cambiando algún dato, nombre o lugar concreto por una ‘X’ o una ‘A’. Asimismo, las alegaciones al censor aparecen de forma explícita en las crónicas: “(…) ahí iba mi artículo de ayer, tan maltratado, sin merecerlo, por el censor (…)”; o “Hemos atacado con ese coraje que tenemos los españoles, los pueblos de Las Rozas, Majadahonda y Villanueva del Pardillo (censor “colega”, estos nombres los publica toda la prensa de la mañana y los dio anoche la radio oficialmente)”.

Vadillo, autor de la biografía Mauro Bajatierra. Anarquista y periodista de acción, explica que la censura era ejercida por el Gobierno: “La defensa de Madrid sí que tenía censores propios. ¿Quién pertenecía a ellos? Las distintas organizaciones. Lo que se buscaba era no dar determinadas ubicaciones precisas o informaciones que pudieran resultar embarazosas. Por ejemplo, se censuraba aquellos artículos que se pudieran considerar derrotistas, aunque esto en concreto sucedía más con los corresponsales extranjeros”.

Cercano a la hora de tratar con sus compañeros en el frente, siempre les ofrecía un trago que compartir. Así los conocía y así se involucraba de lleno en la primera línea de fuego, llegando a tener que transportar a heridos en su propio coche, según recoge en sus crónicas. El periodista también estuvo destinado en otros frentes, como el de Andalucía, señala Vadillo, hasta que en marzo de 1939 se encuentra en Madrid. “Cada vez que veo a Mauro Bajatierra me despido de él con un poco de emoción. Pienso que no le volveré a ver más, que el viejo periodista está destinado a morir en esta guerra, de la que su existencia y su entusiasmo son como una encarnación sintética y viva”, se aventuraba a escribir Montseny en 1937.

LA IMPOSICIÓN DEL SILENCIO DURANTE EL TARDOFRANQUISMO

Bajatierra fue acribillado a tiros el 28 de marzo; su cadáver lo encontraron al día siguiente en un garaje de una calle cercana a la que él vivía. “Para él la derrota había sido muy dura y los fascistas sabían que no se exiliaría”, comenta el profesor de la UC3M antes de incidir que “el certificado de defunción no deja de ser una ópera bufa de lo que fue el franquismo, ya que en él se recoge que murió por un síncope cuando realmente le dispararon repetidamente en la puerta de su casa”.

Una cuestión diferente es la forma en la que se produce el asesinato. “Las visiones más románticas afirman que Bajatierra se atrincheró en su casa y comenzó a disparar contra aquellos que habían ido a detenerle. Incluso se habla de que bajó a la puerta de su casa en la calle Torrijos, en el barrio de Guindalera, con una silla y esperó allí a sus verdugos”, escribe Vadillo en el prólogo. Esa aureola de mitología en torno al personaje no quita para que lo ocurrido realmente fuese lo más lógico: que la refriega existiese, pero dada su popularidad, los asesinos le estarían esperando en la puerta de su casa o en los alrededores, parafraseando al mismo historiador.

Sea como fuere, el militante anarquista terminó enterrado en una tumba de tercera en el cementerio de La Almudena. “Aún hay familiares de Bajatierra que hasta hace unos años apenas sabían lo que le había ocurrido o quién llegó a ser. Cuando conocí a su sobrina-nieta mientras realizaba la investigación, vi cómo esto que sucede bien entrado el siglo XXI no deja de ser un reflejo del silencio que el tardofranquismo impuso en la cotidianeidad”, concluye Vadillo antes de anunciar que la biografía de la que es autor también se reeditará dentro de unos meses.

Guillermo Martínez @GUILLE8MARTINEZ

Publicado en EL SALTO