¡EXIGIMOS DERECHOS REALES YA!
«Sin nosotras se para el mundo». «Las vidas en el centro». Todavía resuenan en las calles y en los corazones, inmortales, los lemas que lanzó con fuerza el movimiento feminista los años pasados.
Tiempo después y tras este último año viviendo de manera sostenida una situación tan excepcional (y que ha dañado tantos derechos y libertades), en la que todavía nos encontramos inmersas, este 8M nos volvemos a encontrar siendo testigos de cómo se pone, nuevamente, el capital en el centro y, mientras tanto, las mujeres seguimos soteniendo sobre nuestros hombros, el peso de los cuidados y de todos esos sectores esenciales para el sostenimiento de la vida (tanto en el espacio productivo como en el espacio reproductivo).
La división sexual del trabajo, el escaso valor y reconocimiento de las tareas del hogar y los cuidados, la falta de corresponsabilidad y la insuficiencia de recursos públicos que garanticen la posibilidad de conciliación de la vida profesional y familiar (así como la cobertura de los ciudados a la dependencia), siguen vertebrando las desigualdades de género presentes en nuestra sociedad. Desigualdades que se reflejan en la vida de muchas mujeres, que se ven en situaciones de vulnerabilidad y desprotección extremas, de mucha carga de trabajo totalmente invisibilizada fuera y dentro del hogar, y de condiciones laborales marcadas por la precariedad y la explotación.
Dentro de esta jornada previa al 8M, hoy queremos dar voz al sector del trabajo doméstico y de los cuidados, y a las reivindicaciones históricas que vienen haciendo las empleadas del hogar: valorizar los cuidados y equiparar/dignificar sus derechos.
Como sector feminizado y olvidado, sus condiciones de trabajo siguen siendo increíblemente precarias, reproduciendo así la subordinación de género y la división sexual del trabajo.
Fruto de años de lucha de las asociaciones y plataformas creadas por las trabajadoras del hogar, de los colectivos de migrantes y del movimiento feminista, se han conseguido una serie de mejoras para el sector (tras su inclusión en un sistema especial dentro del Régimen General de la Seguridad Social en 2011). Si bien esto es totalmente insuficiente y discriminatorio, ya que no las ha equiparado con el resto de trabajadores/as por cuenta ajena, y las discriminaciones y la precariedad continúan vigentes en su realidad diaria.
¿Y en qué son diferentes al resto de sectores?
Las trabajadoras del sector no disponen, aunque estén dadas de alta legalmente, de prestaciones por desempleo. No se les aplica la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, y no hay un reconocimiento de las enfermedades y de los accidentes laborales. Además, muchas de ellas trabajan sin regularización de sus contratos o con contratos muy precarios, y con total ausencia de amparo por parte de la inspección de trabajo, al considerarse el hogar como espacio privado, lo que perpetúa la existencia de irregularidades graves en el lugar de trabajo (como el exceso de horas trabajadas y no remuneradas, la falta de medidas de protección, la falta de descanso, etc). Ante la ausencia de negociación colectiva y de libertad sindical, se encuentran ante una vulnerabilidad total frente un despido barato e inmediato, ante la exigencia de tareas no definidas, o frente al riesgo de acoso que sufren en el trabajo.
Este sector, además de verse afectado por la devaluación social de las tareas de cuidados, es atravesado por nuevos ejes de dominación: los que sufren las mujeres migrantes. Y es que el heteropatriarcado y el capitalismo, siempre van de la mano del racismo y el colonialismo.
Miles de mujeres migrantes han llegado los últimos años al estado español a desempeñar trabajos de cuidados. La realidad es que terminan siendo esclavizadas al servicio del patrón las 24 horas del día. Deben hacerse cargo de personas mayores con gran dependencia, realizar todas las labores domésticas, cuidar a los/as niños/as, entre otras tareas. No disponen de tiempo libre y, a cambio, reciben un sueldo miserable. Esta realidad de migración masiva (como sucede con las mujeres filipinas) a lo largo del mundo, se ha denominado «cadenas de cuidados globales«.
Es hora de mostrar esta realidad que queda en el interior de los hogares de la clase privilegiada, de implicarnos con las mujeres sin papeles, de luchar por su causa, porque al igual que todas tienen derechos sociales básicos como el reconocimiento de su trabajo, el acceso a la salud, a las prestaciones por desempleo, a las bajas médicas, a cotizar para sus respectivas jubilaciones y a cumplir sus objetivos vitales.
Todo esto se ve incrementado con la llegada del estado de alarma, donde el grado de desprotección se dispara. El subsidio excepcional para empleadas del hogar se convierte en un parche temporal, escaso y que no llega a las mujeres que trabajan de manera irregular.
Por todo ello, desde CNT, nos sumamos a la exigencia de la ratificación del convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a través del cual se reconoce el valor económico y social que tiene el trabajo doméstico y de cuidados, y se avanza en el cese de las exclusiones que sufren en materia de protección laboral y social.
Exigimos la inclusión en el régimen general sin particularidad alguna, y en el ET a todos los efectos sin moratoria. Exigimos que se consideren las horas de presencia y disposición como tiempo de trabajo efectivo a todos los efectos. Y exigimos que se garanticen las condiciones de trabajo dignas en el sector de cuidados, tanto en los centros públicos, como en los concertados y privados (ayuda a domicilio, teleasistencia, escuelas infantiles, residencias, centros de día, limpieza de edificios y locales, etc), creando convenios colectivos.
Así mismo y por todo ello, apoyamos la lucha de las compañeras de este sector, exigiendo el reconocimiento y dignificación del mismo y de sus derechos.
Hacia la reorganización social de los cuidados y de los modelos de sociedad en que queremos vivir. Hacia la conciencia y responsabilidad individual y colectiva, en los hogares y en los tajos. Hacia la construcción de una red de lucha y solidaridad internacional, que nos sostenga y con la que podamos conseguir poner, de una manera digna y definitiva, la vida y los cuidados en el centro.
Grupo de Feminismos de la Regional Norte