Georges Brassens
Coed. Fundación Anselmo Lorenzo y Pepitas de Calabaza
Col. Biblioteca de la Anarquía, 1
112 págs.
Logroño, 2021
ISBN: 978-84-17386-56-6
Precio: | 11,50€ |
ISBN: | 978-84-17386-56-6 |
Estos escritos libertarios de Brassens, que por primera vez se publican en español, son, como sus canciones, un canto contra los gendarmes y los militares, contra el parlamentarismo y los políticos, contra la religión y el dinero, contra todas las formas de esclavitud e hipocresía humanas, y ponen de manifiesto el alcance contestatario, a veces violento, de la obra de un hombre que siempre huyó de los dogmas y el maniqueísmo, que vivió fiel a su compromiso con la libertad y a su rechazo del orden establecido. En 1946, en París, Georges Brassens cultivó la amistad con algunos activistas anarquistas de su barrio, en concreto con el pintor Marcel Renot y con el poeta Armand Robin (de quien en Pepitas publicamos un libro extraordinario —por su impresionante lucidez— titulado La falsa palabra), y estos encuentros decisivos, sumados a la lectura de algunos clásicos libertarios —Bakunin, Kropotkin y Proudhon, entre otros—, llevaron a un joven Brassens a involucrarse en el movimiento anarquista y a colaborar activamente durante unos meses en Le Libertaire, el órgano de la Federación Anarquista, y también, ocasionalmente, en el boletín de la cnt en Francia. En Le Libertaire, Brassens ejerció de corrector y secretario editorial, además de redactar numerosos artículos. En ese momento, los artículos del periódico no aparecían firmados o lo hacían bajo seudónimo. Se sabe a ciencia cierta que Brassens firmó como Geo Cédille y como Gilles Colin, y aunque por el contenido y el tono hay otros muchos textos donde se intuye la pluma de Brassens, sería presuntuoso atribuírselos con certeza.
CENTENARIO BRASSENS Georges Brassens (Sète, 1921- Saint-Gély-du-Fesc, 1981) está considerado como uno de los mayores exponentes tanto de la chanson française como de la trova anarquista del siglo xx. Lejos de ser un alumno ejemplar, el niño Brassens prefería la vida en la calle, aunque las clases de francés de su maestro Alphonse Bonnafé, que le inculcó el amor por la poesía, dejaron una profunda huella en él. En 1940 se mudó a París y trabajó como tornero para la empresa Renault. En esa época empezó a componer, pero en 1943 fue destinado al campo de Basdorf, cerca de Berlín, en el marco del sto (Servicio del Trabajo Obligatorio) impuesto por los nazis. A pesar de las circunstancias, leía, escribía, componía y cantaba; de hecho, sus camaradas deportados constituyeron su primer público. Después de la guerra se incorporó al movimiento anarquista y empezó a colaborar con el periódico Le Libertaire. Aunque su primer disco, que vio la luz en 1952, escandalizó a muchos por sus tintes de protesta, Brassens acabaría convirtiéndose en el padre espiritual de toda una generación. En 1967 recibió el Gran Premio de Poesía de la Academia Francesa.