El 1 de noviembre de 1936 fue asesinado (se le aplicó la ley de fugas) en el fuerte de San Cristóbal, sito en Pamplona, Tomás Mardones Llorente. Contaba 24 años, había nacido en Vitoria, trabajaba de carpintero y militaba vigorosamente en CNT y FAI.
Para las autoridades estaba claro que pertenecía a la línea dura (grupos de acción faísta) al lado de José Sarrate, Alejo Montejo, Jorge López de Vicuña, Sebastián Amutio y otros jóvenes revolucionarios. Lo tenían en el punto de mira y no paraban de detenerlo atribuyéndole asaltos económicos (Algorta y Hernani), o simplemente lo arrestaban como sospechoso de futuras maldades (Pamplona).
Aprehendido tras una frustrada expropiación bancaria en Rentería en junio de 1934, fue doblemente juzgado por el tribunal de urgencia de San Sebastián, acusado de posesión ilícita de armas y atraco, fue condenado a siete años y encarcelado en Ondarreta y de seguido en San Cristóbal.
Los que mandaban decidieron que su trayectoria terminara allí y en el inhóspito fuerte carcelario fue asesinado.
Pertenecía a una familia de briosos anarquistas confederales. Su hermano José había sido detenido en Vitoria con motivo de los sucesos del 14 de abril de 1932 en la ciudad. Un segundo hermano, Alejandro, apresado por los sublevados en 1936, fue condenado a treinta años y finalmente asesinado el 22 de mayo de 1938 en la tristemente famosa fuga de San Cristóbal.
Exagerada contribución en sangre y cárceles, sin duda, la de la familia Mardones Llorente.
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