En esa fecha falleció en Vitoria, su ciudad natal, Macario Illera Tejada a los setenta años. Eran tiempos de crisis en el movimiento libertario en Vitoria, azotado por la fractura y el desparramamiento emanados del V Congreso, y por lo mismo no se pudo despedir al modo anárquico a quien más que nadie lo merecía. Los entonces jóvenes y hoy canosos confederales lo recuerdan con extrema simpatía y cariño. Puro, convencido, bonachón, permanente distribuidor de la prensa anarquista y su frase preferida “mejor solos que mal acompañados”.
De familia muy pobre, pasó temporadas en el hospicio; a los catorce años ingresó como tambor en el ejército y residió en la Academia Militar de Zaragoza en la época que la dirigía Franco. Cerrada la Academia durante la República, profesó en un regimiento de infantería, primero de tambor, luego de fusilero.
Encargado de la guardia en la prisión zaragozana, se le encarcela por hablar con los presos y poco después, 1932, casualmente, asiste a un mitin cenetista en la misma ciudad que le impresiona vivamente y decide integrarse en sus filas, se enfrenta a un sargento y queda fuera del ejército.
En 1933 vive en Vitoria, afiliado ya a CNT y militando con vigor (en noviembre de 1934 encarcelado quince días como preso gubernativo acusado de insulto y agresión a fuerza armada) y en 1936 al triunfar los fascistas en Vitoria huye (24 de julio) por los montes hacia Bilbao, combate en San Sebastián (participó en Eibar en la creación de la columna que obligó a levantar el asedio de los locales de la CNT de San Sebastián), Tolosa e Irún y después, enrolado en los batallones Bakunin e Isaac Puente, intervino en incursiones en terreno enemigo para salvar compañeros y en las acciones de Chiviarte, Sollube, Murguía etc. hasta el hundimiento del frente bilbaíno, momento en que se dirige hacia Santander donde es detenido con varios miles más, agosto de 1937, y trasladado a Santoña.
Comienza un largo periodo de calamidades (condena a muerte incluida) por las prisiones de Bilbao y Burgos hasta su liberación provisional en marzo de 1943, acompañada de destierro cerca de Benicarló (Cervera) donde pastoreó cabras.
Meses más tarde retorna a Vitoria, trabaja en varios oficios, por más que oficialmente aparezca como pintor, y se entrega a la lucha clandestina (miembro del Comité Comarcal en 1944).
Constatada la inutilidad de la lucha en el interior, en 1947 intenta huir a Francia, pero, detenido en Navarra, se le encarcela de nuevo durante varios meses en Pamplona y Vitoria.
Hastiado de la situación adormecida de los trabajadores, decide cambiar de profesión y se hace limpiabotas, al fin profesión independiente, manteniendo la antorcha del anarquismo durante muchísimos años en Vitoria trocado en un personaje extraordinariamente popular, por varios conceptos, en su ciudad.
A partir de 1967 sucesivos ataques de trombosis lo debilitan, pero ello no le impide que cuando en 1976 se inicia la reconstrucción de CNT en Vitoria sea uno de los primeros en ofrecer su ayuda, partícipe del núcleo fundador.
Hombre tolstoiano, partidario de una acracia pacifista, de inmensa voluntad, impermeable a la desmoralización, rígido de principios que le llevan a rechazar el consumismo, simboliza con perfección el militante incansable de ideas indestructibles. Dejó unas Memorias, parcialmente editadas en Cultura Libertaria de Vitoria.