A fines de 1931 parece seguro que los obreros mínimamente reivindicativos estaban encuadrados en la CNT. La prensa nacional, la local y también la confederal se hizo amplio eco de la huelga general de diciembre. A ella se llega en un momento en que las luchas obreras se activan: huelgas de carboneros, transportistas y hojalateros1, conflicto en las obras municipales. Informaron de su desarrollo por extenso La Vanguardia de Barcelona, los locales La Libertad y Heraldo Alavés, menos ampliamente ABC de Madrid y con ojos confederales, más a nivel de análisis posterior que sobre la marcha de los acontecimientos, Solidaridad Obrera.
El denominador común de todas ellas (dejamos al margen la visión confederal):
1 – La huelga se extendió del uno al seis de diciembre.
2 – La gran intensidad y alcance de la misma (solo permanecieron abiertas las farmacias).
3 – La presencia sucesiva de ejército, guardias de asalto y guardia civil en la calle.
4 – Las numerosas detenciones practicadas.
5 – La huelga fue esencialmente una huelga de CNT con la oposición de los sindicatos católico, nacionalista (STV) y socialista (UGT, salvo los albañiles).
6 – La obstinación con que la CNT la sostuvo hasta tanto no se liberara a los detenidos.
Fuera de ese denominador común cada periódico añadía sus toques propios en función de su adscripción política. Heraldo Alavés (tradicionalista) subrayaba el vigor con que se inició y su alcance «en su totalidad y como nunca», le dolía especialmente que hubiera alcanzado también al propio periódico y culpaba a las autoridades de no haberse enfrentado a los revoltosos con más contundencia para impedir su triunfo. La Libertad (diario republicano, la voz del gobernador, pero también consciente de la importancia del componente obrero confederal para el afianzamiento de la república), lamentaba que se hubiera llegado a esa situación de enfrentamiento, pero finalmente se alineaba con el gobernador. ABC (voz monárquica) destacaba que los sindicatos católico (La Casa Social Católica) y nacionalista (STV) se habían puesto a disposición del gobernador y que la UGT se mantenía en una posición neutra (dar libertad a sus afiliados) y sintetizaba «la CNT irreductible, sostiene la huelga contra la protesta de toda la ciudad. La policía de dedica a efectuar detenciones y cerrar locales del Sindicato». La Vanguardia (vocero de la burguesía catalana) echaba un capote al gobernador: la reunión final con el gobernador había partido de los sindicatos que habían desconvocado la huelga sin imponer condiciones. Su corresponsal no aludía al previo compromiso de liberar a todos los detenidos.
Ninguno de los cuatro periódicos profundizó más. Ninguno se refirió a que se estaban discutiendo asuntos de más calado: la relevancia de la solidaridad obrera para combatir el paro y si la naciente República iba a permitir que CNT pudiera vivir con sus tácticas y finalidades. Dentro de su aparente condescendencia el Gobernador (Gabriel Martínez de Aragón Urbistondo, en el cargo desde abril), no cejó en su intento por imponer en el mundo laboral los comités paritarios (táctica ugetista) frente a la acción directa (táctica de la CNT) como tampoco de tratar de intervenir personalmente, como máxima autoridad política, en esos conflictos. De hecho minusvaloró la fuerza de la CNT (cuya capacidad de movilización era mucho mayor que la que su siempre impreciso número de afiliados podía hacer pensar, como confirmaba que a sus actos públicos acudieran tres o cuatro mil personas en una ciudad cuya población total rondaba los 40.000 habitantes) y sobrevaloró la fuerza obrera de católicos, nacionalistas, ugetistas y otras entidades. El gobernador debería haber prestado atención a las palabras del alcalde: los obreros que no habían acudido a las obras municipales eran «precisamente aquellos a los que se había dado trabajo porque quieren trabajo para todos los parados”. Prefirió enrocarse en el principio de autoridad definiendo la huelga como “francamente revolucionaria por su origen y desenvolvimiento y constitutiva de un acto de agresión a la República», propalar que el Sindicato Único quería hablar de tú a tú con el gobernador y esa pretensión era inadmisible, dictar un bando draconiano, sacar sucesivamente a la calle al ejército, guardia de asalto y guardia civil, y detener a las juntas directivas del sindicato y a todo militante que se moviera.
Las hostilidades arrancan a mediados de noviembre2. Se realizan actos de sabotaje por parte de los obreros despedidos pertenecientes a la cuadrilla municipal: se presentaron en las obras, quitaron y rompieron las herramientas a los que trabajaban y les obligaron a abandonar el trabajo. Se dirigieron luego al Ayuntamiento con la intención de dialogar con el alcalde, pretensión impedida por el gobernador que detuvo y encarceló a diez obreros, acusados de coacciones3. Por otro lado también se detuvo a tres obreros hojalateros (acusados de coacción) por negarse a la mediación del gobernador en el conflicto del ramo. Además el poncio había ordenado la detención y encarcelamiento de la comisión de huelga del gremio de transportes carboneros. El Sindicato Único acordó iniciar una huelga en tanto no se liberara a los detenidos, y grupos de trabajadores se ubicaron delante de la cárcel esperando, inútilmente, la liberación de los presos tal como había comunicado el secretario del gobernador. El ambiente se crispaba4, el gobernador tras afirmar que el Sindicato Único «sostiene huelgas continuas, iniciando una apenas acabada la anterior, ahora sin acabar la de transporte se ponen los hojalateros…que tal actitud no se puede consentir», pedía los nombres de sus juntas y aseguraba que en tanto no las conociera no admitiría su intervención en las cuestiones entre patrones y obreros. El gobernador iba al choque y el Sindicato Único no se arredraba. La Libertad, lamentaba la efervescencia reinante a cuenta de la crisis de trabajo. El 30 de noviembre diez obreros parados, sin permiso del capataz, se pusieron a trabajar en el tajo municipal del Polvorín Viejo, se cruzaron palabras duras con la guardia municipal y al poco un grupo más numeroso se presentó en el ayuntamiento. Hubo tensión y detenciones y varios de los detenidos ingresaron en la cárcel, a disposición del gobernador civil. El Gobernador se sentía fuerte: declaraba ilegal la huelga del ramo de transportes y carboneros y ordenaba el ingreso en prisión del comité de huelga. No se amilanó el ramo de construcción del Sindicato Único y convocó huelga por las detenciones a la que se sumaron los albañiles de la UGT: posponen la solución sobre los parados hasta que se libere a los detenidos. Lo que en principio parecía una huelga limitada al ramo de la construcción, se convirtió en general desde sus inicios el día uno de diciembre.
La CNT aceptaba el reto del gobernador y demostró capacidad de organización y de lucha. Numerosos grupos de obreros recorrieron las calles obligando a cerrar toda clase de establecimientos: redacciones y talleres de los periódicos, mercado, fábricas y talleres varios, bares, comercios. El gobernador civil que recorría las calles en automóvil, fue abucheado y apedreado su coche. Un escuadrón de caballería salió a la calle y fue recibido hostilmente. A media mañana el cierre era absoluto. A mediodía una manifestación multitudinaria encabezada por una pancarta con el lema «Exigimos la libertad de nuestros compañeros» recorrió la ciudad. El gobernador perdía la sonrisa: invita a todos los sindicatos (UGT, CNT, católicos y nacionalistas) a dialogar con él, pero se topa con la negativa de la CNT. Cierre total por la tarde, salvo farmacias, tiros al aire de los soldados, se anuncia la llegada de guardias de asalto, calles enarenadas. Se intensifica la mano dura gubernamental: fija un pasquín en las calle que parece bando de guerra: prohibido ejercer coacciones contra la libertad de trabajo, no se permitirán manifestaciones ni reuniones de más de tres personas, apertura de establecimientos públicos y bares so pena de fuertes multas, policías varias y ejército en la calle encargados de hacer cumplir el bando. Paralelamente, la zanahoria, intenta pactar con la CNT, se reúne con una comisión (Abilio Ochoa, Sabino Landa, Macario Alvarado y Santacana), da permiso para que el Sindicato Único reúna a sus afiliados pero las condiciones son tales (antes de las doce en el Polvorín, vigilados por la caballería, solo para tratar sobre el paro, el Gobernador humanitariamente resolverá sobre los presos, retorno sin formar grupos, serán disueltos si tratan otras cuestiones) que no hubo reunión, poca zanahoria. A la raquítica zanahoria siguió el palo: orden de detención de presidentes y secretarios de las secciones, clausura del Sindicato Único, encarcelamiento de los díscolos e intentos por aislar al Sindicato Único («el Gobernador ve actitud constructiva en UGT-Católicos-SOV» y una CNT «rebelde a la república»)5. Seguramente hubiera preferido que los periódicos hubieran permanecido cerrados para evitarse el Heraldo Alavés, 3-12-1931, que abría a toda página con este título «Los huelguistas obligan al paro general y al cierre de todos los establecimientos», culpaba de la huelga a grupos de jóvenes bien organizados que actuaron con impunidad sin oposición de las fuerzas del orden impidiendo la libertad de trabajo y que habían logrado triunfar «en su totalidad y como nunca». Los presos gubernativos se ponían en huelga de hambre. Con bando y todo el día 3 seguía la huelga general, fuerzas de a pie y a caballo del ejército (caballería, infantería e ingenieros) y policía patrullaban las calles y la guardia civil se mantenía en estado de alerta, se repartía estopa y proseguían las detenciones «ante la actitud provocativa e insultante de los grupos, que se negaban a obedecer las órdenes de circular. Distinguiéronse algunas mujeres, que fueron detenidas y llevadas a la comisaria»6, según el corresponsal de La Vanguardia.
El día 4 la huelga se mantenía firme y causaba impacto y sorpresa que los panaderos de la UGT se sumaran a la huelga por solidaridad7 y que su comité de huelga fuera encarcelado. Hoy puede parecer exagerado el impacto tahonero, pero en 1930 el pan era producto absolutamente básico e imprescindible, alimento casi único para el estrato popular. No obstante, el bando, la presencia armada, ahora reforzada con la guardia civil y las amenazas del gobernador que definía la huelga como «francamente revolucionaria por su origen y desenvolvimiento y constitutiva de un acto de agresión a la República», las nuevas detenciones y las cargas policiales lograron la apertura de bares, comercios y bancos. La huelga se mantenía en multitud de fábricas y talleres (Ajuria, Sierras, obras de los cuarteles, Aranzábal, Fernando Cortázar, Hebillas de Juan Alonso), con el llamativo esquirolaje de Fournier.
Hasta el día cinco, cuando ya la huelga declinaba y se entraba en la solución pactada, la prensa escribe mucho sobre lo que opina y decide el gobernador y nada de lo que argumentan los huelguistas y CNT. Ahora se alude a una hoja clandestina «Al pueblo» firmada por la comisión de huelga que se centra en los presos, en las mentiras del gobernador y en la denuncia de la Ley de Defensa de la República (deshonra de socialistas y republicanos). Ese mismo día cinco Heraldo Alavés decía con cierta claridad, aunque no profundizara, lo que muchos pensaban «se enfrentan el Sindicato Único con su paro y el prestigio del gobernador».
El día seis Solidaridad Obrera de Barcelona exponía por primera vez la visión confederal. Publicaba un manifiesto firmado por la Comisión de Huelga de la CNT de Vitoria titulado «¡¡Pueblo de Vitoria, en pie!!». El manifiesto llamaba a la lucha contra un Gobernador despótico que había encarcelado a 16 compañeros como presos gubernativos, que perseguía a la comisión de los obreros hojalateros por negarse a parlamentar con él, y que hacía lo propio con la comisión de transportes y con otros diez trabajadores por presentarse a los trabajos que realiza el ayuntamiento. Terminaba instando a no acudir al trabajo en tanto no fueran excarcelados los presos. A partir del día ocho varios artículos redactados por militantes vitorianos completarían con narración y análisis el desarrollo y trascendencia de la huelga.
El día siete (Heraldo Alavés) y el día ocho (La Vanguardia), notificaban el fin del conflicto tras una reunión el día seis de UGT y CNT con el gobernador de la que salió el acuerdo de la liberación de los cerca de cincuenta obreros que permanecían encarcelados y la retirada de la guardia civil8.
Como apuntábamos arriba, terminada la huelga, Daniel Orille y Atanasio Rituerto, dos conspicuos activistas confederales de Vitoria, en las páginas de Solidaridad Obrera, narraron, analizaron y valoraron la huelga9. Y se completó con la inserción de un «Manifiesto al pueblo de Vitoria» de la CNT. Ponían el acento en el intento por parte del gobernador de solucionar los conflictos de hojalateros y transportistas por intermedio de los comités paritarios (táctica de UGT, frente a la de acción directa de la CNT) a lo que se negaron los comités de huelga y fueron encarcelados. Señalaban que la huelga de hojalateros (por motivos económicos) y de transportistas (por incumplimiento de las bases de despido de dos trabajadores) se desarrollaban bajo las premisas de acción directa de la CNT. Añadían que a ese primer conflicto se unió un segundo: un grupo de parados se pusieron a trabajar en un tajo del ayuntamiento del que fueron desalojados por las fuerzas policiales y 18 compañeros fueron encarcelados…»Ante esto se reúnen los comités local y sindicales y acuerdan para el miércoles huelga general hasta su liberación, con el apoyo del Sindicato de Construcción de UGT (no de los restantes)…el paro es total, la ciudad tomada por el ejército y policías varias a falta de la guardia civil…el jueves llegan las fuerzas de Galarza: cacheos, porrazos, clausura del Sindicato Único…quince presos más.
El movimiento decrece porque las fuerzas del poder obligan a abrir y la UGT las alienta. Se reúnen la comisión de huelga y el Gobernador y este les exige: 1-Reunión de obreros en el Polvorín Viejo con presencia de la autoridad, secciones de caballería en los alrededores, se tratará solo sobre el fin de la huelga y el gobernador resolverá humanitariamente sobre los detenidos, si se habla de otra cosa, la caballería dispersará a los reunidos, se volverá a Vitoria sin formar grupos…en suma a la reunión solo aparecieron el comité y los cuerpos represivos y por tanto la asamblea no se celebró. En la noche del viernes los panaderos, afectos a UGT, se suman a la huelga y el Gobernador encarcela a su comité de huelga. El sábado el paro es absoluto solo trabajan los forzados por orden gubernativa (teatros, cafés y bares, comercios), los camareros organizados en UGT y CNT se incorporan al trabajo ¿por qué esta traición? Ya se verá en su momento, aquí planteamos el asunto cara al futuro. A primera hora de la mañana un bando del Gobernador habla de huelga francamente revolucionaria, de agresión a la República…ahora hay 85 o 90 compañeros encarcelados, parte en huelga de hambre». Tras una entrevista con el Gobernador se alcanza la promesa formal de liberar a los presos antes de las doce del mediodía (caso contrario seguirá la huelga), promesa cumplida. La conclusión final: tras seis días de huelga general resonante triunfo de la CNT.
El «Manifiesto al pueblo de Vitoria» exponía que se había logrado el triunfo sin violencia tras aprovechar el Gobernador la última oportunidad dada por CNT y el Sindicato de Construcción de UGT.
Daniel Orille analizaba con más altas miras, como sindicalista y como anarquista: había sido una huelga general contra el autoritarismo de un gobernador absolutista que deja varias enseñanzas: 1-Los trabajadores no consentirán que trabajadores honrados sean encarcelados por el delito de pensar libremente y no aceptar el autoritarismo. 2-Lo que vale una Organización y lo que son y valen los trabajadores si se lo proponen, 3-El pueblo debe olvidarse de partidos políticos y tomar un puesto en el sindicalismo revolucionario no como un fin en sí mismo, sino como medio de alcanzar la anarquía.
En el mismo mes de diciembre Solidaridad Obrera10 se refiere a la presencia confederal vitoriana en el gremio ferroviario. Se alude a la traición de los jefes socialistas, siempre amenazando con la huelga, mientras las patronales del sector triunfan, se llama a los ferroviarios para que se enrolen en CNT y les convoca a una reunión el día 9 en la sede del sindicato: Ortiz de Zárate, 24, bajos. Con toda probabilidad respondía a las nuevas realidades: a fines de 1931 numerosos militantes de toda España fueron expulsados de la UGT y acordaron la creación de la Federación Nacional de la Industria Ferroviaria de CNT (Pastor Sevilla, Natividad Adalia, Losmozos, Julián Martínez, etc.). A lo largo de 1932 encontraremos noticias sobre el particular, conoceremos los nombres de varios militantes y las dificultades opuestas por el poder para impedir la presencia de CNT en un sector tan estratégico: en 1932 fue rechazada la inscripción del sindicato ferroviario de Vitoria porque sus estatutos rehusaban la mediación de la autoridad en caso de conflicto.
El año termina con un mitin en el local sindical en el que resonaron las voces de Daniel Orille, Isaac Puente y Valerio Sanagustín y a cuyo final se aprobó por aclamación: libertad para los presos sociales, reapertura de los sindicatos clausurados y supresión de la ley de defensa de la república, triple petición común a otros muchos actos celebrados por CNT en toda España. Y por otro lado, hubo otro final de año, como no podía ser menos, con el ingreso de cuatro militantes en la cárcel vitoriana11.
Gabriel Martínez de Aragón Urbistondo, primer gobernador republicano de Álava, el 30 de diciembre dejaba el cargo. Seguramente se marchó con un sentimiento de fracaso, pero también como quien se quita un peso de encima. La CNT sin duda celebró su marcha. El sustituto José María Amilibia Machimbarrena, pronto hizo añorar a su antecesor. Se supo de inmediato que su objetivo más preciado iba a consistir en «meter en cintura a los sindicalistas». En sus nueve meses de mandato no hubo militante de CNT que dejara de habitar las ergástulas republicanas.
Miguel Íñiguez y Juan Gómez Perín
1 Las huelgas de transportes y carboneros las daba por terminada La Libertad, 24-11-1931, a falta de que la asamblea de ese día ratificara el acuerdo. Terminadas las anteriores el SU anunciaba la de hojalateros y el Gobernador se lamentaba de que la asiduidad con el SU promovía huelgas y amenazaba o avisaba: la tolerancia puede cesar (La Libertad, 26-11-1931). Daniel Orille en Solidaridad Obrera de 3-12-1931 explicaba el proceso: las secciones de Transporte y Carboneros presentan unas bases a las que la patronal responde con el despido de un obrero…se impone la solidaridad y se inicia la huelga del transporte…ante lo cual se entablan conversaciones y se soluciona prontamente el conflicto: aceptación de las bases y reconocimiento del Sindicato por la patronal.
2 La Libertad, 19-11-1931 y Heraldo Alavés (19-11-1931).
3 La Libertad, 1-12-1931. Detenidos en las obras municipales y encarcelados por disposición gubernativa: David Mendizábal, Emilio Eguía, Cipriano Marín, Roberto González, Armando Zarceño, Juan Cruz Urrutia, José Villambiste, Gregorio Puelles, José Cerrajería y Ángel Ugarte. Miembros de la comisión de huelga de los hojalateros: Gregorio Alda Pinedo, Vicente Pérez y Aniceto Marín González. La huelga puede seguirse a través de ABC y La Vanguardia, días 2,3, 4, 5, 6, 7 y 8 de diciembre. Solidaridad Obrera, a falta de informantes, propios, se limitó 4-12-1931, a guiarse por la agencia Atlante, y a partir del día seis más que nada a analizar los hechos y valorarlos.
4 Heraldo Alavés 26-11-1931 y 28-11-1931, La Libertad, 1-12-1931.
5 La Libertad, 3-12-1931, 4-12-1931, Heraldo Alavés, 3-12-1931, 4-12-1931.
6 La Vanguardia, 4-12-1931.
7 Constituido por Miguel Martínez, Constantino Herrero, Francisco Langarica y Gregorio Álvarez. La Libertad, 5-12-1931.
8 Libro registro de detenidos y procesados de la cárcel de Vitoria. Encarcelados entre el 1 y el 7 de diciembre de 1931:
Gregorio Alda Pinedo, Inocencio Alecha Vírgala, Gregorio Álvarez Eguinoa, Félix Angulo Arregui, Félix Angulo Candamio, Ricardo Aparicio Hermosilla, Francisco Barredo Llanos, Mateo Berganzo Tobera, Germán Canta Leiva, Rufo Cárdenas Ozama, Vicente Castaño Armentia, José Cerrajería Hierro, Emilio Eguía Palacios, Silvestre Fernández García, Demetrio Fernández Sáez, Julián Fernández Velasco, José Fillay Larriba, Tomás Gómez Gómez, Cecilio González de Tejada, Roberto González de Zárate, Baldomero Hernando Achaerandio, Constantino Herrero Angulo, Jesús de la Iglesia Gallo, José María Íñiguez Heredia, Francisco Langarica Segura, Concepción Lauzurica Gauna, Manuel Leguina Maza, Salvador López de Arcaute Martínez, Manuel López García, Juan Luna Pérez, Cipriano Marín Elías, Aniceto Marín Rosales, Miguel Marino Martínez, David Mendizábal Ruiz, Florentino Pérez Pérez, Vicente Pérez Pérez, Gregorio Puelles López, Ángel Sáez Bañares, Marcelino Salinas Oca, José San Martín Figueira, Damián San Vicente Sáenz, Benedicto Terradillos Valtierra, Ángel Ugarte Viteri, Juan Cruz Urrutia Gil, Justo Viguri Larrea, José Villambiste Gutiérrez, Mario Virumbrales Velasco, Armando Zarceño Arteaga.
9 Solidaridad Obrera de 8-12-1931, primer artículo de Rituerto; 11-12-1931, segundo artículo de Rituerto y Manifiesto; 12-12-1931, artículo de Daniel Orille.
10 Solidaridad Obrera, 2-12-1931, con la firma de Mariano Gutiérrez.
11 Según el Libro registro de detenidos y procesados de la cárcel de Vitoria allí duermen del 28 al 31 de diciembre Roque Angulo Montoya, César Martínez Larrascáin, Benigno Ramírez Sáez y Félix Ruiz Villafranca.