HAZ EL AMOR Y NO LA GUERRA

Extraído del cnt nº 423, Primera Plana «Reflexiones en torno al Covid-19»

En estos días en que la libertad se restringe y el discurso se llena de mensajes militaristas, tales como: «el enemigo», «estamos en guerra», «vamos a ganar», el poder se otorga más y más autoridad ante una población confinada y sumida en el miedo. Es una distopía, un devenir que poco a poco va preparando lo que vendrá después. Y parece que no hay contestación. Todo vale. Confinadxs en casa, pero libres siempre, lxs anarquistas nos saltamos las fronteras territoriales que nos imponen, para señalar lo que los medios de incomunicación de masas ocultan.

Tenemos la obligación de desmontar tamañas barbaridades. El discurso del Papá Estado se dirige a las clases medias, a sus votantes, y olvida la situación en la que quedan los más desfavorecidxs.

Recordemos que el gasto militar en España en 2019 se acercaba a casi 11.000 millones de Euros, un 0,92% del PIB. Sumado a todos los recortes que se hicieron en nuestro país en sanidad en 2008, habría supuesto que hoy nos pudiéramos enfrentar a esta epidemia con muchos más recursos.

Y todo eso sin tener en cuenta las inversiones destinadas a financiar la sanidad privada. Por poner un ejemplo, en la Comunidad de Madrid, una de las más afectadas por la crisis del coronavirus, la financiación de la sanidad privada con dinero público aumentó un 20% entre 2015 y 2019, mientras que la que se realizó en los propios hospitales de gestión pública sólo aumentó un 6,5% en el mismo periodo. 90.000 pacientes han sido desviados para su atención de la pública a la privada a costa del erario público, cuando el gasto por paciente en la Comunidad es un 8,5% inferior al de la media nacional. Eso sin contar los 1.000 millones de Euros que ya debe la Comunidad de Madrid, según su propia Cámara de Cuentas a los hospitales de gestión privada a fecha de diciembre de 2019.

Detrás de la sanidad privada están grandes empresas de la construcción como Dragados, FCC, OHL, Sacyr Vallermoso, Acciona, y de servicios, como FCC, Indra… Además de grandes corporaciones sanitarias. Se tiende así, de manera progresiva e imparable, a la privatización total de la sanidad en esta Comunidad, iniciada por el P.P. en 2003 y acelerada por Esperanza Aguirre hace doce años con la creación de nueve nuevos hospitales de gestión privada. Algunos de esos edificios, como en el Hospital Infanta Sofía de San Sebastián de los Reyes siguen vacíos y no se están habilitando para esta crisis.

Estamos ante una crisis sanitaria. Y se trata de una crisis planetaria. El covid-19 es muy contagioso. No es cómo el hambre que, aunque las cifras de muertos sean alarmantes, según la ONU más de 100 millones de personas en 2019, a diferencia del virus, no afecta a los ricos.

Me pregunto, ¿es necesaria la implantación de un estado policial para solucionar un problema sanitario? ¿O el coronavirus es una excusa para el control de la población por parte de las fuerzas armadas del estado, en defensa de los intereses económicos a los que pueda perjudicar esta enfermedad?

En este sentido el «Estado Protector», es decir, el Estado Moderno, a quién protege es a los grandes poderes financieros globales que explotan y dominan el mundo. Y está cumpliendo, mediante los recursos de vigilar y castigar, el papel que en otros tiempos desempeñaba la Iglesia Católica durante las epidemias de peste o de lepra, aplicando ordalías y terribles castigos a los afectados, «la hoguera» que diría Javier Krahe, por pecadores, cuyos males eran precisamente consecuencia de esos pecados. Aquí el pecado es ser pobres y el Estado vuelve a castigar cerrando fronteras. Permitiendo el hacinamiento con contagiados en las cárceles, en los CIES y en los propios hospitales públicos. Permitiendo el despido masivo de los colectivos más vulnerables, todo en beneficio de los grandes capitalistas que obtendrán aún mayores ganancias que con la crisis anterior. Y desde luego por encima de la sanidad en sí, y de lxs afectadxs.

Frente a eso sólo podemos responder con el apoyo mutuo, no necesitamos que nos pongan multas para quedarnos en casa; somos conscientes de la enfermedad y solidarios, no queremos contagiar a nadie, ni caer enfermos, no necesitamos policías ni ejércitos que nos lo impongan. Sabemos tomar precauciones y ayudar a quien lo necesite. Apoyamxs a todxs lxs enfermxs y a lxs sanitarixs que hacen frente a la epidemia sin recursos, arriesgándose al contagio. El derroche de uniformados y las prohibiciones a lxs más desfavorecidxs sobran.

Cómo decía Kropotkin en el apoyo mutuo, somos seres sociales. No hace falta que nadie nos indique que si alguien está enfermx hay que ayudarle.

Sin embargo, se impone un lenguaje militarista y sancionador, mientras nos olvidamos de lxs presxs, de la gente más vulnerable como las trabajadoras domésticas que se quedan sin trabajo, sin ingresos y sin recursos. Lxs migrantes sin papeles, las personas sin hogar. Las medidas del gobierno, aun siendo importantes, no contemplan muchas de estas situaciones, sólo llegan a la clase media, a lxs que pueden tener una hipoteca. Lxs demás, lxs que están por debajo de esa línea que separa a lxs invisibles, a lxs olvidados del mundo, se quedan fuera.

La democracia tiene pies de barro. La ilusión democrática se ha derretido como la nieve al sol ante la epidemia. Se aceptan con entusiasmo las medidas del Estado protector sin cuestionar nada. Quien no lo respeta es un infractor, un asesino, un criminal y no merece piedad. El discurso del poder se abre camino entre la población invitando al ciudadano de a pie a convertirse en policía y a denunciar a sus vecinxs.

De esta manera, los verdaderos responsables, los que recortan la salud y multiplican el gasto militar, los que no garantizan medidas de protección a enfermeros, médicos, trabajadores sociales, etcétera, lxs que no protegen a lxs trabajadores, los que militarizan todo, se frotan las manos, mientras escuchan el aplauso de los prisioneros del miedo.

Los anarquistas lo sabemos bien: para nosotros, la responsabilidad individual por las propias acciones es el eje de una sociedad de libres e iguales.

Ante esta situación, sólo podemos apelar al apoyo mutuo, a la solidaridad entre las personas. Muchxs ya lo están haciendo, poniéndose a fabricar mascarillas o EPis para distribuirlos de forma altruista dónde más se necesite.

Pregunta a tu vecinx si necesita algo, si ves gente caminando por la calle, seguramente tendrá que ir a trabajar, no llames a la policía, no seas policía, sé solidario, es la mejor de las estrategias.

Abramos nuestra mente más allá de las fronteras. Demostremos de forma activa que también estamos al lado de los refugiadxs en los campos de Rubar y Shahba, en el norte de Siria, en Al Zaatari en la frontera jordana, en el de Jabalia en Gaza, en Dollo Ado, en Etiopía, en Kakuma, Kenia, en Moria, Lesbos, allí donde sólo hay cinco grifos de agua para más de veinte mil personas que viven hacinadas en pobres tiendas de campaña. Allí también va a llegar esta epidemia. El coronavirus no tiene fronteras.

Hoy más que nunca defendamos la libertad, la paz, el apoyo mutuo y la solidaridad entre todas. Sólo así acabaremos con esta invasión de parásitos varios. Ni un solo euro para la guerra y ni una sola palabra que fomente el discurso belicista. Cantando a la libertad y rompiendo cualquier mordaza.

Contra la muerte, nosotrxs anteponemos la vida. En una situación social dónde no podemos acompañar a nuestrxs enfermxs, donde no podemos despedir a lxs que se van, lo que más nos importa es poner en valor nuestro lado humano. Los gestos, las palabras de apoyo, una flor, un te quiero, quizás nos ayuden a darnos cuenta que la vida sigue y que no estamos solxs. Seguimos conectadxs, tejiendo redes y defendiendo lo imposible.

Salud y Amor compañerxs!

Elena Martínez | Sierra Norte (Madrid) | Ilustra: Ana Nan

Publicado en: CNT