LA VENTANA INDISCRETA

Extraído del Pandora nº 128.

Me asomo a la ventana poco antes de salir de casa y solo cuando llueve cojo el paraguas. Suelo regresar mojado o sin paraguas.

Hace unos años, tras un despido traumático y después de presentar los papeles en la oficina del paro, compré una guía de profesiones con futuro. La de paseador de perros estaba posicionada como la segunda (la primera era mecánico de bicicletas). Pensé que me habían tomado el pelo y después de tirar la guía al contenedor de la basura me apunté a un curso de carretillero y a otro de informática. No he vuelto a trabajar.

Estos días de recogimiento y abstinencia callejera me paso el día pegado a los cristales. Desde mi ventana el mar no se ve pero sí un parque, un parque perruno.

Que conste que todo lo que digo en este artículo son datos contrastados referidos a la ciudad grin; lo recalco porque, la verdad, sonar suena a trola.

Vitoria con cerca de 40.000 censados se ha convertido en la ciudad de los perros. Tanto es así que el nepote quiere que además de residentes vengan aquí también de turistas.

Yo sabía que el tuso gozaba de ciertos privilegios con respecto al humano (sabéis perfectamente a lo que me refiero), pero no sospechaba que fuera para tanto.

Hay más veterinarios que viven de sanar canes que médicos en la sanidad privada sanando personas. Tienen más audiencia los programas de televisión dedicados a los chuchos que “el conquis” (y eso que sale Juanito).

El caso es que estoy aquí alarmado mirando al parque y me doy cuenta que tener un chucho discrimina muy favorablemente al que lo tiene.

Ya lo dijo el gobernante en la rueda de prensa virtual: enteraos bien, se puede sacar al perro pero a nadie más. Si a un niño no le da el sol qué le vamos a hacer, estamos en alerta. Si un autista necesita dar una vuelta no puede porque la alarma es lo que tiene. Si un despedido tiene que hacer los papeles en Lanbide para poder cobrar el paro, se siente y ya se verá cuando cobra, etc…(que cada cual ponga el ejemplo-problema que tiene por no poder salir de casa él o los demás).

Lo antiguo era: en caso de emergencia mujeres y niños primero; y lo moderno es: en caso de alarma perros y sus propietarios primero.
El sabueso y su feliz amo tienen bula gubernamental y seguramente papal (esto último no lo tengo confirmado), y ahora más.

La gente lo sabe. Sabe que tener un chucho te eleva en la escala social y te convierte en un ser superior. Un humano, sea niño, joven o viejo puede infectar pero el perro y su amo no.

Tanto es así que ya hay quienes están dando la solución al virus: puesto que estos seres perrunos son inmunes, en lugar de mascarillas habría que repartir cachorros y así estaríamos todos a salvo de cualquier contingencia vírica o autoritaria. Éxito asegurado, la perrera se ha quedado vacía.

Dicen que la revolución más importante después de la industrial ha sido la tecnológica-digital pero, por lo menos en Vitoria, la de los bici perrunos no le anda a la zaga y se acaba de hacer claramente con el poder en medio de la confusión y la alarma general.

A medida que se alarga el confinamiento se prolonga también el tiempo que paso pegado a la ventana. Empiezo a distinguir a los galgos de los podencos y a ver luz en mi futuro laboral.

Pichote | Ilustración: Lolomotion

Descarga, lee y difunde el PANDORA 128 – ESPECIAL COVID-19