No llegué a tratar personalmente a Abraham Guillén. Cuando falleció, Mariano el de Queimada nos llamó a la Fundación Anselmo Lorenzo para decirnos que estaba revisando la documentación que había dejado y hacer tres partes, una de ellas, de temática libertaria, era la que iba destinada a la FAL, como era el deseo y la voluntad de Guillén. Desde su casa en la calle de El Olivar lo fuimos trasladando al local, entonces en la sede de CNT de Villaverde Alto. Además de libros y revistas, llevamos su mesa escritorio, la máquina de escribir (me parece que es con la que empezamos a contestar la correspondencia), que venían muy bien. Entonces la Fundación no tenía casi nada, ni siquiera muebles. Si no me falla la memoria, fue más o menos así. Y su mesa fue muy útil durante años. Después, cuando llegaron los ordenadores, se siguió utilizando para colocar la pantalla, el teclado y la impresora. Ahora, con la edición de este libro, nos alegramos de saber que todo lo que dejó no cayera en el olvido y ha sido útil para elaborar su biografía. Como adelanta Crescencio Carretero en el prólogo, una trayectoria polémica, y polémica la que genera su trayectoria en el anarcosindicalismo.
El autor, José Luis Carretero Miramar, nos da a conocer la vida de Abraham Guillén desde la infancia, su vinculación con el anarquismo, su participación en la Guerra Civil, los primeros años de la dictadura franquista, su exilio, primero a Francia y luego a América Latina, donde residirá, principalmente en Argentina y Uruguay, durante tres décadas. Es en el continente americano donde empiezan a ser conocidos sus estudios económicos y a ser publicados sus libros. Además de la economía, muy especialmente la autogestionaria y cooperativa (en las que llegó a ser un gran experto, impartiendo clases en varias universidades a uno y otro lado del Atlántico), aborda otros asuntos: el protagonismo de la mujer, que ha de participar en el mundo social en igualdad de condiciones que el hombre, y años después, su esperanza en que la automatización generara una sociedad de la abundancia, que no hay que confundir con la sociedad de consumo (a la que denomina planetófaga), que pudiera cubrir las necesidades materiales básicas de la población mundial. En esta línea, pensaba que la revolución informática, con ordenadores por doquier, emanciparía a la humanidad del trabajo alienante. Tenía esperanza y creía en lo que, tradicionalmente, se denomina progreso tecnológico. Y, finalmente, hay un asunto de gran trascendencia en su trayectoria que son los textos que elaboró para dar a conocer la lucha a través de la guerrilla urbana, publicando varios documentos sobre el tema, en el que algunos le consideran un ideólogo y experto, que le hacen muy popular en ciertos ámbitos. Y este es el asunto delicado en el que nos vamos a extender detenidamente, con el conocimiento que el transcurso del tiempo y los hechos nos dan: la violencia como elemento transformador de la sociedad.
Compañeros como Ángel Urzáiz, que lucharon en la Guerra Civil y pasaron muchos años en la cárcel durante la dictadura, radicales pero no fanáticos, ya nos comentaban que, en su opinión, los años del exilo americano de Guillén no tenían nada que ver con el mundo libertario. Leyendo las páginas que el libro le dedica a ese período, da la impresión de que es una práctica de intensa lucha y denuncia, pero muy alejada de la cotidiana del anarquismo.
Guillén, durante sus años en el nuevo continente, estuvo vinculado a las guerrillas. Con esas luchas armadas, en algunos países, caso de Cuba y Nicaragua, derrotaron a dictadores como Batista o Somoza, pero (ahora es fácil verlo, a posteriori) esos tiranos fueron sustituidos por otros. El año pasado, el presidente Ortega mandó cargar contra los estudiantes que se manifestaban en Managua pidiendo justicia, al igual que lo habían estado haciendo los que combatieron a Somoza, con muchos muertos. Ni siquiera ─tan dura y cruel fue la represión─ sabemos el número exacto, aunque algunos hablan de varios cientos entre asesinados y desaparecidos (las autoridades reconocen doscientos; otras fuentes hablan de más de quinientos). El anarquismo no está a favor de sustituir a unos opresores por otros, está por la libertad de los pueblos, la justicia social, el respeto a los demás, está para erradicar a los sátrapas.
Usar la razón contra la sinrazón es muy difícil, están ubicados en planos diferentes, son idiomas distintos. Utilizar la sinrazón ─pólvora, plomo─ en defensa de la razón, suele llevar a que aquella triunfe sobre esta. La razón es argumento, palabras, exposición, debate, es dar ejemplo, es convencer, es complejidad, también duda, la posibilidad de cometer errores; la sinrazón, dinamita, fuerza física, destrucción del otro, imposición, es vencer, es simplicidad, sin errores y con certeza. No se puede mantener una situación a la que se ha llegado venciendo, en lugar de convenciendo, si no es con el empleo constante y permanente de la fuerza, y la fuerza no es ni la razón ni la libertad. Con la muerte de un tirano, el Sistema pone a otro en su lugar. Y de lo que se trata no es de matar a uno u otro, lo que se pretende es erradicar la tiranía.
Hoy, con la perspectiva histórica, conocemos las consecuencias de la Revolución rusa. Se derrotó al anacrónico y déspota sistema zarista y se impuso el bolchevismo, que derivó en estalinismo. El movimiento majnovista ucraniano igualmente luchó contra el zar, pero fue barrido por la nueva barbarie, que el pueblo ruso también sufrió. Como decimos, hoy quizás sea fácil verlo, lo sorprendente es que lo anunciaran en sus inicios compañeros como Pestaña o Gastón Leval que, tras su viaje a Rusia, dieron la voz de alarma de lo que estaba pasando allí y de los derroteros por los que transitaba. Algo después, Emma Goldman y Alexander Berkman también informaron de lo que vieron en esos años soviéticos iniciales. Incluso más inaudito es que Tolstoi, que murió antes de que triunfara la revolución marxista, ya intuyera los peligros del nuevo autoritarismo si lograba la conquista del Poder. Hay otros ejemplos, quizás más deplorables, como el de Corea del Norte, país en el que, tras la Segunda Guerra Mundial, conquistaran el poder los revolucionarios marxistas y crearan una nueva dinastía: a la muerte del revolucionario padre, el hijo le sustituye en el Poder y ahora continúa el nieto. Y se llama República Popular Democrática de Corea. Ni el genial Unamuno tenía imaginación para crear tamañas paradojas. Y por no citar a China, donde se aplica con enorme facilidad la pena de muerte para utilizar en transplantes los órganos de los reos. Aunque podríamos seguir enumerando ejemplos, son ya suficientes para saber que esos caminos conducen a la Muerte; el anarquismo no puede ir por esas sendas.
El árbol está en la semilla, me recordaba el amigo y compañero Justo cuando hablaba con él. Se recoge el fruto de lo que se siembra. Preguntará alguno, ¿y qué hacemos si no nos dejan sembrar o le echan ácido a la planta para que la semilla no germine? Sencillamente, no lo sabemos, no tenemos soluciones para un problema que la humanidad lleva tanto tiempo sufriendo. El siglo xx fue un siglo de exterminio, con las dos guerras mundiales, más otras civiles en distintos países y continentes, en las que hubo muchos millones de muertos… Teníamos que haber aprendido algo de tanta desolación, como lo hicieron los objetores de conciencia, difundiendo consignas como: «¿Ejércitos?, ni del pueblo».
La sinrazón es así, trata de imponerse por su propia naturaleza, la fuerza, despreciando la libertad y la vida. No es fácil encontrar salidas. Y es muy cómodo, sentado plácidamente, dar soluciones teóricas cuando no se está en el tajo. En el libro se da el dato de que en setiembre de 1974 la Triple A asesinó a doscientas personas en Argentina. Es difícil mantener la calma en esas situaciones. Y siendo objetivos, hay veces que la barbarie militar se puede paralizar con una defensa armada. El nazismo fue derrotado con pólvora, no se puede negar, como tampoco se le puede quitar la razón a los compañeros que con las armas en la mano pararon en muchas ciudades españolas el golpe militar fascista en julio del 36.
El libro está muy bien elaborado y ampliamente documentado. Para dar a conocer el contexto de entonces, histórico, económico, político y social en el que vivió el biografiado, se ha tenido que leer mucho de lo publicado a uno y otro lado del Atlántico, y se ha tenido que dedicar muchos días a la redacción para conseguir una obra de algo más de trescientas páginas, que engulle uno con facilidad y rapidez por el interés de lo que cuenta. En ocasiones, como la de las fugas de las cárceles franquistas, parece de novela o de película; de lo que habla, es profundo e interesante. Tenemos que mostrar nuestro más sincero agradecimiento y elogiar el esfuerzo del autor y de la modesta editorial Solidaridad Obrera para dar a conocer tan magnífico trabajo.
Todos aquellos libros que nos hacen reflexionar son necesarios para seguir avanzando, este es uno de ellos, pero ser críticos con sus contenidos es fundamental. Todo lo que genera debate y polémica es necesario para seguir aprendiendo de los peligros y errores que podemos cometer al elegir ciertas rutas en el camino de emancipación.
Para concluir, una anécdota
En 1995, James Petras publica en la revista Ajoblanco el conocido informe que lleva su nombre. Fue contratado por el CSIC, cuando gobernaba el PSOE, para hacer un estudio de la economía española, y como lo que se decía en él no gustaba a los de Arriba, se ignoró, y la revista ácrata lo dio a conocer. Pepe Ribas nos comunicó que lo iba a presentar en Madrid y nos pusimos en contacto con el profesor americano para que visitara la Fundación y conociera el proyecto que estábamos realizando. Como detalle, le ofrecimos que eligiera los libros del catálogo de edición y distribución de la Fundación que fueran de su interés. Se llevó Economía libertaria y Economía autogestionaria. No sabemos si porque trataban de economía o por ser Abraham Guillén pensador de relieve y conocido en el ámbito en el que había trabajado en América Latina, en el que era especialista Petras.
Tántalo de Okelon
Publicado en SER HISTÓRICO